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Vivir la sencillez es poner tu confianza y seguridad no en el dinero o posesiones, sino en tus bienes espirituales, en tus convicciones, en tu Fe, en tus capacidades, en tu fuerza interior y en la de aquellos que te aman y aprecian
1. Perspectiva bíblica
Para el Evangelio de Marcos el verbo “tocar” tiene mucha importancia: Jesús toca enfermos, sordos, muertos, leprosos, etc. y también le tocan a él, como esta mujer. Sin tocar, sin implicación, sin “pringarse” no puede haber solidaridad.
Dice el texto que de Jesús sale “una fuerza” que cura a la mujer. Su fuerza era la fuente de su fe, la certeza de que el padre quería lo mejor para los humanos y que siempre los acompañaba, la seguridad de que toda persona, aunque sea una enferma, es valiosa. Esa es la fuerza que sale de él. Eso es lo más valioso de la realidad de Jesús.
Aquella mujer que era “impura” por sus flujos inagotables, llega a ser “hija”, como cualquiera de los hijos de Abrahán. La impureza no es obstáculo para que sea hija. La fuerza de Jesús reinserta socialmente, no solamente cura.
2. Perspectiva ética
Una sociedad espiritual es mejor que una sociedad que no cultiva la espiritualidad. La fuerza para tomar decisiones sociales solidarias radica, a veces, en esa espiritualidad. Cuando la espiritualidad social se oscurece, la posibilidad de tomar decisiones a favor de los débiles disminuye.

Los dinamismos, las fuerzas interiores, han sido poco trabajados en la espiritualidad heredada: las pasiones, las preguntas, las búsquedas, los anhelos, los sueños, las utopías. Todo eso son los dinamismos interiores. Aunque no lo creamos, nos movemos más por ellos que por las ideas.
3. Perspectiva práctica
Hay bienes espirituales. No solamente el dinero es un “bien”. Cultiva tus bienes espirituales: el silencio, la oración, la amistad, la belleza, la lectura, el descanso. Son muy necesarios para saber vivir con sencillez que disfruta.
Cultiva la fe, aliméntala, actualízala para que de verdad sea fuente de gozo interior. Una fe rutinaria difícilmente lo será.
Tenemos que apoyarnos también en la fuerza que hay en los demás. Hasta los débiles tienen alguna cosa “fuerte” en la que uno puede apoyarse. Hemos de tener la sencillez de confiar en los débiles.
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