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Estoy convencido de que la unión hace la fuerza, como los granos de una uva dan la mejor cosecha de vino. Por eso brindo este espacio para que podamos echar en el mismo lagar todos nuestro mejores granos y asi ir construyendo una parroquia y pueblo mejor.

viernes, 25 de enero de 2013

Racimo de la Infancia Misionera.

(Editorial de la revista "Misioneros, Tercer Milenio") de diciembre de 2012
Corren tiempos difíciles en las economías de los países desarrollados; tiempos de despidos, de desahucios, de penurias, de aumento de la brecha entre ricos y pobres... Momentos en los que sale lo mejor y lo peor de la condición humana: grandes gestos de solidaridad y actuaciones de profundo egoísmo. Una escuela en el compromiso misionero, como es Infancia Misionera, ha querido sumarse a los primeros y afirmar con contundencia que “Con los niños de Europa... acogemos a todos como Jesús”. Y lo hace en el día que celebra su Jornada, el próximo 27 de enero.
Pero no se piense que esta propuesta está provocada por las circunstancias. Aunque no se haya querido ver, porque andábamos pletóricos en medio del derroche que nos proporcionaba el boom económico en el que creíamos vivir, otras naciones del llamado Sur, empobrecidas por la voracidad del “desarrollado” Occidente, llevan sufriendo años y años de hambre, enfermedad, guerra, persecución, abandono, injusticia... Realidades que apenas ocupan hueco en nuestros medios de comunicación, pero de las que la Infancia Misionera siempre ha estado pendiente.
Por eso, la Obra Pontificia de la Infancia Misionera enseña desde siempre a los niños, a los que forma y atiende, a mantener los ojos abiertos a esas realidades de injusticia allí donde se produzcan; por eso, pide corazones ardientes que sean sensibles a estas situaciones, y manos extendidas y pies ligeros dispuestos a ofrecerse para ayudar, auxiliar, acoger –como se recalca este año en su Jornada– a todo el que lo necesite. La Infancia Misionera no tiene fronteras, es universal y hace que todos los niños se sientan hermanos, sin importar la distancia, la nacionalidad, la cultura, el credo... Y no olvida la denuncia que apunta a las estructuras de pecado que perpetúan injustas y dramáticas realidades.
Así las cosas, la llamada a la acogida que realiza la Infancia Misionera y que tan atinada resulta en las circunstancias actuales, es una propuesta suya de siempre, perenne. De hecho, ya hace cinco años, esta escuela que promueve los valores evangélicos entre los niños del mundo se propuso hacer un recorrido por todos los rincones de la Tierra para buscar, encontrar, seguir y hablar de Jesús con los niños de Asia, África, Oceanía y América, en cada uno de los años sucesivos que han pasado desde entonces. El final de etapa era este que abordamos en estos días: educar en algo que siempre practicó Jesús, la acogida. Él nos enseñó a no pasar de largo ante el hombre caído, aplastado y herido; Él atendió al enfermo; animó a dar de comer al hambriento; nos mostró al Padre que acoge al hijo pródigo; habló a favor del pequeño, del más débil, del injustamente tratado; e incluso nos pidió perdonar a los que nos ofenden...
La gran familia de la Infancia Misionera está de actualidad –siempre lo ha estado, aunque el “dios oro” no nos lo haya dejado ver– y quiere que hagamos de nosotros mismos hogares de acogida, como Jesús, como nuestros misioneros y misioneras.



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