Bienvenid@s

Estoy convencido de que la unión hace la fuerza, como los granos de una uva dan la mejor cosecha de vino. Por eso brindo este espacio para que podamos echar en el mismo lagar todos nuestro mejores granos y asi ir construyendo una parroquia y pueblo mejor.

domingo, 25 de diciembre de 2022

Navidad, encarnación y emigración

 Emigró desde el Cielo a la tierra, y llego a todas nuestras playas. 


El Verbo se hizo carne, y se encarno en todas nuestras pieles, y un mismo corazón.

Es la NAVIDAD del EMIGRANTE Y SU FAMILIA, la de todos los migrantes


















sábado, 17 de diciembre de 2022

 El pasado domingo 11, nuestra parroquia y la Acción Católica General, la ACG de niños y el grupo de migrantes participamos en el segundo día de la novena a la Virgen de la Esperanza, patrona de Logroño. Era el domingo de la alegría y expresamos la alegría de sabernos queridos por tan buena madre, de saber que viene la fuente de la alegría que es Jesús, con el vuelo de las mariposas, que se nos pone por dentro cuando nos sentimos queridos., como los enamorados, y es que Dios se enamora de nosotros... y nosotros de El. Vivimos una celebración a nuestro estilo, alegre, participada y llena de cariño a María de la Esperanza. Además hubo admisión a nuevos cofrades y reparto de los premios a los concursantes de la poesía y dibujo a la Virgen de la Esperanza. Sofía, de nueve años y de nuestra parroquia, se llevó el primer premio al dibujo. ¡precioso!. La Cofradía nos ofreció un pequeño refrigerio. ¡Que bien lo pasamos y que bien nos salió!.

Como siempre, María, en su novena y en su fiesta patronal, siempre nos pone las pilas para que seamos como su hijo Jesús, su esposo y ella misma: testigos, servidores de la alegría y la esperanza. ¡¡Sí, mantén el ritmo de nuestra espera!! 












miércoles, 14 de diciembre de 2022

Racimo de 60 años

Clausura del 60 aniversario de la fundación de nuestra parroquia





. Unas instantáneas del día de la Inmaculada, que como no podía ser menos, hicimos al mal tiempo buena cara. Y como no pudimos hacer la procesión a la plaza, lo celebramos dentro del templo. Con nuestra ofrenda llena de gratitud a la Inmaculada, de toda nuestra historia, de nuestro brindis por un futuro más esperanzado. Así estuvimos animados también por la tradicional charanga que ya tiene futuro con Martín. Las palmeritas celebrativas y el chupito de vino dulce. Y quisimos agradecer a los sacerdotes que han dado su vida por la parroquia con una placa agradecida. ¡¡Gracias a todos los que han colaborado, colaboran y colaborarán, seguro!!. Especialmente a los monaguillos que con mucha ilusión todos los domingos sirven a Jesús y a la comunidad.

Se hizo de forma sencilla, pero sentida. Como muchos de los actos que a lo largo del año hemos ido realizando: desde los calendarios, llaveros, (aun nos quedan), celebraciones, exposiciones, charlas, entrega de placas, compartir, etc. Y todavía tenemos cuerda para rato. El "taller de hacer racimos", el de San José no se cierra ni con la pandemia.































ELIGIO QUERERNOS, HACER RACIMO

 


Eligió querernos

Retiro de Navidad- 2022

Fidel Aizpurua

 Preparar la contemplación de la Navidad es asomarse al misterio. Si todo quedara en aspectos del folclore propio de la Navidad sería un empobrecimiento. Si eso nos lleva al misterio, también sirve. El misterio de la Navidad es el misterio de una elección: elegir querer. Dios, en Jesús, ha elegido querernos. Algo de eso está en lo profundo de la Navidad.

Por eso, cada año se renueva el gozo de la Navidad porque su misterio es insondable, nunca se termina de entrar en él, siempre hay posibilidad de renovar la alegría. De ahí que, para quien entiende esto, la rutina se aleja y no impone su ley. Se percibe así, cada año, la posibilidad de revivir la alegría de una Navidad nueva.

Para vivir con profundidad el misterio de la Navidad como la elección de amar que Dios tiene en Jesús hay que ahondar un poco. Pero más que grandes argumentos teológicos, lo que necesitamos es grandeza de corazón, brillo en los ojos, quedarse deslumbrados por el amor que siempre está ahí, latiente, vibrante. Un corazón vivo y sensible, eso necesitamos.

Todo puede servirnos para asomarnos al misterio: las celebraciones, las costumbres tradicionales, la imaginación puesta al servicio de la fe. Y, para nosotros, la fraternidad es una ayuda privilegiada. Creamos como grupo, celebremos como grupo, contemplemos como grupo.

 1. Algo que viene de muy lejos

 Podríamos pensar que el misterio del Dios que elige querernos comienza con Jesús. Pero la cosa viene de muy lejos. En los umbrales lejanos anteriores a los homo ya se empieza a generar la elección de querer que luego eclosionará en Jesús. Veamos algunos ejemplos:

 1)  Hace 1,6 millones de años en el lago Turkana (Kenia) vivió ER 1808, un individuo femenino con graves hemorragias fosilizadas en el hueso y otras muchas enfermedades asociadas. Dicen los paleontólogos: «Alguien se ocupó de ella. Sola, incapaz de moverse, delirando, con dolor, 1808 no habría durado dos días en la selva africana, mucho menos que el tiempo de su esqueleto nos dice que vivió. Alguien le trajo agua y posiblemente comida. Y alguien más la protegió de hienas y chacales para obtener un sabroso bocado. Alguien más se sentó con ella durante las largas noches africanas sin ninguna otra razón que la preocupación humana. Sus huesos son un testimonio conmovedor de la sociabilidad, de los fuertes lazos que llegaron a superar lo que no vemos en primates no humanos».

2)    El cráneo 14 de Atapuerca corresponde a una niña deficiente aquejada de craneosinostosis. «La presión intracraneal que sufrió le provocó sin duda trastornos psicomotrices importantes. Sin embargo, el grupo no desechó a esta niña discapacitada, sino que eligió protegerla y curarla. ¿Hay algo más humano que elegir querer? En Atapuerca un grupo de humanos así lo hizo hace medio millón de años. La niña del cráneo 14 fue apodada Benjamina por sus investigadores que en hebreo quiere decir “la más querida”. Uno de ellos, Ignacio Díaz de Mendizábal, defiende que se trata de la primera muestra de amor fosilizado».

 2. Eligió querernos: Mc 3,13-15

 


“Subió al monte, convocó a los que él amó y estos se acercaron a él. Entonces constituyó a doce, para que estuviesen con él y para enviarlos a predicar, con autoridad para expulsar demonios”.

 En estas breves líneas se encierra, de alguna manera, la opción de Jesús de querernos:

 ·     Subió al monte: El monte es el lugar donde Dios se revela. La opción de querer conecta con Dios, refleja al Dios que nos quiere.

·     Convoca: Es algo que parte de él, de su propio corazón al haber visto con claridad que el deseo de amar es decisivo.

·     A los que él amó: Los eligió porque los necesitaba para amarlos. ¿Qué habría sido de un Jesús sin gente concreta a quien amar? ¿Qué mesianismo sin alma habría sido el suyo?

·     Se acercaron a él: Porque, a su manera, ellos también lo amaron desde el momento en que comenzaron a acercarse. Se acercaban a la fuente del amor. Y eso reconfortaba su corazón.

·     Constituyó a doce: Como una representación de las tribus, como un símbolo de toda persona. En el amor que Jesús tuvo a sus discípulos, estábamos nosotros también.

·     Para que estuviesen con el él: Esta es la finalidad principal: estar en con él. Es la belleza y la improductividad del amor. Estar con él para reconfortar su corazón en los momentos de tristeza, para compartir alegría en los momentos de gozo, para buscar juntos la senda de amor que iba marcando el Padre. Estar con él era el lenguaje del amor, la prueba de que él eligió querernos.

·     Para enviarlos a predicar: No tanto una religión, cuanto la verdad honda de que el amor es el único cauce de acceso a Dios y de acceso al corazón de la persona. Una predicación de amor a la que todos estamos llamados.

·     Con autoridad para expulsar demonios: O sea, para curar las heridas del desamor (esos son los peores “demonios” que arrastramos los humanos).

 

3. La Navidad, elección de amor

Hay muchas maneras de decir qué es la Navidad. Una de ellas, muy hermosa, sería decir que es el misterio de un Dios que, en Jesús, elige querernos. Es un misterio porque, se mire por donde se mire, resulta incomprensible. Pero, por otro lado, ¿cómo no iba a amar lo que él mismo había creado? Ya lo dice Sab 11,24: «Amas a todos los seres y no aborreces nada de lo que has hecho; si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado».

·        Celebrar una opción de amor: Es algo muy sutil que no llegamos a entender del todo. Quizá el modo mejor sea la actitud contemplativa: quedarse ante el misterio, gozar de un Dios que ama, maravillarse de esa opción insondable de un Dios que, en Jesús, ha puesto su corazón en lo nuestro. Dios tiene corazón y por eso ama. Despojarle de corazón es matarlo. Por eso la Navidad nos lo recuerda año tras año: Dios te sigue amando en Jesús.

·        Un Dios que solamente ama: Herederos de una espiritualidad de la que nos cuesta desembarazarnos, tenemos dificultad para llegar a vivir la certeza de un Dios que es solamente amor. Pensamos que hay que rescatar su honor creyéndole el superjuez que juzga. El misterio de un Dios que ha elegido querernos en Jesús casa solamente con un Dios que es solamente amor en cualquiera de sus formas. Y por ello, situarse en la perspectiva del amor es la única manera de llegar a entenderlo.

·          Un Dios que ama en Jesús nuestra azarosa historia: Porque es cierto que nuestra historia (social, comunitaria y personal) discurre muchas veces por caminos equívocos y hasta alejados del evangelio y desconocedores de la humanidad. Pero Dios anda nuestros caminos, ellos son los suyos. Él abandona su camino para hacer del nuestro el suyo. Así orábamos con aquella plegaria de Agrelo algo corregida: “Si creo en ti, te veré en mi camino. Tú te harás camino para mí. Y tú vendrás a donde vaya para que yo acabe yendo a ti”.

·          Huellas del Dios que ama en Jesús: Es preciso desvelar las huellas del Dios que ama en Jesús. Están en la conversación amigable, en el llegar a acuerdos, en construir la inclusión, en hacer asequible la cultura. Están en el lenguaje de la cercanía, de la amabilidad, de la sonrisa, de la moderación, de la paciencia. Todos estos valores que consideramos simplemente humanos son las huellas del amor del Padre en Jesús.

 4. Elegir amar

            Es una tarea que es preciso hacer de por vida porque el amor, en cualquiera de sus manifestaciones, se construye día a día.

·        Elegir amar la sociedad: La ciudad en la que vivimos, el país del que hacemos parte. Es la fraternidad social de la que habla FT. Es el “amor político”, una forma eximia de amar según Juan Pablo II. Vivir en rechazo con la sociedad es imposibilitarse para entender la encarnación. Puede y debe ser, en ocasiones, un amor crítico. Pero, al fin y al cabo, ha de ser amor. Hay que escuchar los latidos profundos del anhelo de justicia (como se ha visto en el campeonato mundial de futbol) y el sueño de un estilo de vida humana más solidario, por muy lejos que estemos del ideal. Elegir amar la sociedad no puede ser un horizonte que no nos incumba.

·     Elegir amar la Iglesia: Aunque también haya que hacerlo con sentido crítico. Elegir amar las diversas experiencias de vida cristiana que, aunque sea en distinto barco, van al mismo puerto. Elegir amar con dolor el cuerpo herido de la Iglesia (abusos, inmatriculaciones) que es cuerpo herido de todos. Elegir amar la Iglesia de los que resisten, de quienes profetizan, de toda persona creyente que sigue viviendo la fe en maneras alternativas, marginales incluso. Elegir amar la Iglesia de los sencillos, de los cansados, de los crédulos incluso, aunque no se dé cancha a su credulidad.

·     Elegir amar la comunidad: En todos sus miembros, en los brillantes y en los opacos, en los que son un respiro y en los que abruman, en los que colaboran y en quien va desganado. Elegir amar a los hermanos/as cada día para que no se nos muera esta planta hermosa y delicada del vivir juntos. Elegir amar la comunidad en esta hora de reducción y pobreza, amarla aún más si cabe porque su debilidad es más clara.

·     Elegir amar a los frágiles: A los más humildes, a quienes tienen fuertes dificultades económicas, a los más desgastados por la enfermedad o la soledad, a quien tiene poca influencia. Desvelar sus valores escondidos, intuir sus pequeños gozos que también los tienen, sumarse a sus causas o, al menos, mirarlas con cierta simpatía. Que no se nos haga tan lejano ese mundo porque es el lugar privilegiado de la encarnación. Elegir con paz, pero con interés.

 5. Itinerario de Navidad

             Para celebrar y vivir el amor que elige se podría construir un sencillo cartel con cuatro fotos: una de la ciudad, otra de algo religioso, otra de la comunidad, y otra de las pobrezas. Todo bajo el epígrafe: EN NAVIDAD CELEBRAMOS Y VIVIMOS EL AMOR QUE ELIGE QUERERNOS. Ponerlo en un lugar visible de la casa o en la capilla con una especie de calendario:

25-28 diciembre: Elegimos querer a la ciudad

29-31 diciembre: Elegimos querer a la Iglesia

1-4 enero: Elegimos querer a la comunidad

5-8 enero: Elegimos querer a los frágiles.

 Conclusión

            Quedémonos con lo principal: la Navidad es el misterio del Dios que elige querernos en Jesús. Y, desde ahí, el camino a seguir es elegir querer a cuando conviven con nosotros. Una fe que elige querer, esa es la fe de calidad apta para vivir la Navidad con alma. Que pueda ser así.


Fidel Aizpurua Donazar


RACIMO DE MIGRANTES

RACIMO DE MIGRANTES 

El pasado 3 y cuatro tuvimos un mercadillo sencillo, navideño y fraterno del grupo "Amigas emigrantes" que hay en nuestra parroquia.  La finalidad del grupo es la acogida, laescucha, y el apoyo a la gente que acaba de llegar y quiera compartir con nosotras. A la vez vamos formándonos y compartiendo la encíclica "Fratelli tutti". Y además hacemos manualidades  y celebraciones festivas, y hasta salimos en una revista nacional "TU" del movimiento HOAC. ¡ Bravo por ellas!. vamos haciendo racimos de vida y amistad











miércoles, 23 de noviembre de 2022

Retiro Adviento 2022

EN BUSCA DE UN SUEÑO

1. EL ADVIENTO, SUEÑO DE DIOS EN NUESTRO CAMINAR HUMANO 

 Puede que los sueños estén desprestigiados. El viejo calificativo de “soñador” no dice bien de una persona. Y, sin embargo, no podemos vivir sin sueños. Es la señal de que uno está vivo. Solamente los muertos carecen de sueños. Es cierto que, con frecuencia, nuestros sueños están escondidos, agazapados. Diríase que no existen. Pero están ahí, debajo de la piel, callados a veces, activos otras. Pero siempre ahí.

         Hablamos de sueños, no ensoñaciones. Los sueños son tales cuando se pone algo de nuestra parte para que puedan ser una realidad. Las ensoñaciones, por el contrario, nacen como sueños pero no podemos nada de nuestra parte para conseguirlos. Por eso se esfuman como la niebla; los otros persisten cada vez que damos un paso en la dirección que marcan.

         Por experiencia sabemos que, generalmente, nuestros sueños son pequeños, se adaptan a lo cotidiano. Hay quien piensa que, de tan pequeños, son raquíticos. Pero, de cualquier manera, en esos sueños, en esos anhelos se urde nuestra vida. Son su esqueleto. Sin ellos, nuestra vida se derrumbaría como un castillo de arena. Por eso es preciso mirar con aprecio el mundo de nuestros sueños, incluso de los sueños que hace brotar el mundo de la fe.

         Y dando un paso más se podría decir que Dios tiene sus sueños. Lo sabemos por Jesús (el gran sueño de la fraternidad, el reino), lo sabemos por los escritos del NT (reconciliar todo: Efesios, Colosenses). Y lo sabemos por el “misterio abrupto” (Rahner) de la encarnación. ¿Qué otra cosa puede querer decir este loco afán de Dios de querer mezclarse con lo nuestro, sino mostrar la evidencia del gran sueño del Dios de Jesús de unirse hasta el fondo a nuestro pobre camino humano?

         Podríamos vivir el Adviento como el tiempo en que contemplamos el sueño que Dios acaricia: el de unirse a lo nuestro para que eso, tan humilde, cobre otro brillo y tenga horizonte. Esto nos conectará con todos los sueños de las personas, sobre todo con los de quienes están peor.

1. En busca de un sueño

Este sencillo pero luminoso poema viene a decir que todo lo que vive, hasta Dios mismo, anda tras un sueño. Puede iluminarnos.

En busca de un sueño


se acerca este joven.

En busca de un sueño

van generaciones. 

En busca de un sueño

hermoso y rebelde.

En busca de un sueño

que gana y que pierde

En busca de un sueño

de bella locura.

En busca de un sueño

que mata y que cura

En busca de un sueño

desatan ciclones.

En busca de un sueño

cuántas ilusiones.

En busca de un sueño

transcurren los ríos.

En busca de un sueño

se salta al vacío.

En busca de un sueño

abrasa el amante.

En busca de un sueño

simula el tunante.

En busca de un sueño

tallaron la piedra.

En busca de un sueño

Dios vino a la tierra.

En busca de un sueño

partí con mi día.

En busca de un sueño

que no hay todavía.

S. Rodríguez

· Tras los sueños van “las generaciones”: es el sino de lo humano, andar tras sueños, motores de nuestros caminos. El día que nada soñemos estaremos muertos.

· A veces los sueños son “hermosos y rebeldes”. La vida se encargará de rebajar su tono. Pero esa “rebeldía” es el deseo de andar caminos no hollados, de tender a la justicia común y general. Que no muera tal rebeldía. 

· A veces los sueños son “locos”: una locura que “mata y cura”. Por eso mismo habrá que discernir los sueños, para tomar lo que cura y tener mucho cuidado con lo que mata.

· Es verdad que los sueños pueden desatar “ciclones”. Habrá que ir con cuidado. Pero no vayamos a matar las ilusiones por querer evitarlos.

· Los ríos plácidos también sueñan. Una vida sencilla puede tener sueños. Y Los sueños pueden empujar a “saltar al vacío” a los más animosos, a andar caminos que nunca se han transitado.

· Amor y engaño se envuelven en sueños. De nuevo, habrá que discernir para saber separar la paja del trigo.

· Hasta Dios mismo vino a la tierra en busca de un sueño: la fraternidad, la reconciliación, la honda humanidad. Ahí está el misterio del Dios que se une a lo nuestro tras su sueño. Acariciar el sueño de Dios.

· Y luego está el sagrado sueño de los pobres, de los que “parten con un día”, de los que no lo tienen todavía. Ese sueño es tan sagrado como el de Dios. En la Navidad habría que acercarse más al sueño humildísimo pero necesario de los que lo pasan mal.

2. Los sueños en la Palabra

 También la Palabra de Dios es un itinerario de sueños que se concatenan los unos a otros. Señalemos tres pasos:

 a) El viejo sueño de soñar a Dios: Gen 28,10-19

«Allí soñó que había una escalinata apoyada en la tierra, y cuyo extremo superior llegaba hasta el cielo. Por ella subían y bajaban los ángeles de Dios».

Es el famoso “sueño de Jacob” cuando huye de su hermano a casa de su tío Labán. En el camino tiene una visión, un sueño incubatorio que desvela su gran anhelo: ¿me acompaña Dios en este exilio? ¿Sigue Dios conmigo después de haber roto con mi hermano? ¿Puedo pensar que Dios aún me sigue amparando? La respuesta le viene en ese sueño: una escala por la que transitan los ángeles que une el cielo y la tierra, lo de Dios y lo humano. Es decir: Dios sigue soñando con lo humano, aunque los humanos tropecemos en nuestros caminos. El sueño de Dios no está a merced de nuestra debilidad, sino de su amor.

 b) Cuando el sueño toma carne: Jn 1,50-51

«Jesús dijo (a Natanael): -¿Es porque te he dicho que me fijé en ti debajo de la higuera por lo que crees? Pues cosas más grandes verás. Y le dijo: -Sí, os lo aseguro: Veréis el cielo quedar abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar por el Hombre».

Ya no estamos en el sueño de Jacob, sino en la realidad de Jesús: los ángeles suben y bajan “por el hijo del hombre”. Es decir: el sueño de Dios ha tomado carne en la realidad de Jesús. Al ver su “carne”, su persona, podemos pensar con certeza que el sueño de Dios no ha sido imaginación nuestra. Ha elegido la persona de Jesús, su historia, para hacernos ver su indefectible decisión de mezclarse con lo nuestro, de meterse en el fondo de la vida, de acompañarnos para siempre, más allá de cualquier debilidad. Su vida y su cruz son la verdadera escala que une lo de Dios y lo nuestro.

 c) La persona, ámbito de unión entre Dios y la historia: 1 Cor 6,19

«Sabéis muy bien que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros porque Dios os lo ha dado. No os pertenecéis, os han comprado pagando; pues glorificad a Dios con vuestro cuerpo».

Al fin, es en nuestro “cuerpo”, en nuestra realidad histórica donde habita el Espíritu, la realidad viva de Dios. O sea: el viejo sueño de Dios de mezclarse con lo nuestro, se une a nuestra carnalidad, a nuestra pobre carne. En nosotros se va cumpliendo el sueño de Dios, en nuestra familia biológica y humana, en nuestra comunidad, en nuestra sociedad, en nuestro mundo. Somos el rostro del sueño de Dios. Por eso hay que cuidarlo para que refleje de verdad, con humanidad, lo que Dios hace con nosotros, su fiel acompañarnos.

 3. Profundización:

 a) Una espiritualidad de los sueños

No habríamos de creer que eso es algo superficial. Ya hemos dicho que los sueños están en la espina dorsal de lo humano, en su estructura. Una espiritualidad de los sueños es aquella que los considera como un dinamismo de la persona y de la misma fe. Una fuerza que ayuda a entendernos, a celebrar, a encajar nuestra limitación. Basar esta espiritualidad en el sueño de Dios y en la concreción de Jesús le otorga densidad. No habrá que sucumbir a la fácil tentación de creer que los sueños son solamente sombras.

 b) Soñar lo de Dios con Dios

No entra fácilmente en nuestro imaginario la idea de un Dios que tiene sueños y que su mayor sueño (mezclarse con lo nuestro) es la razón hermosa de nuestra fe en él. Habría que enriquecer ese imaginario sobre Dios con estas perspectivas inusuales: Dios sueña que lo nuestro y lo suyo salen ganado cuando se mezclan. Un Dios menor, que nos sirve, que nos acompaña, que ha hecho voto de fidelidad con nosotros. Un Dios que ha quemado las naves viniendo “de su cielo” a nuestra historia para siempre, a hacer de lo nuestro, tan pobre, su verdadero cielo.

 c) Agradecer a Dios su sueño

Agradecérselo entrañablemente, incomprensiblemente porque es incomprensible que Dios haya tomado una determinación tal. Agradecer en el no saber de su hondísima generosidad que casi ni olfateamos. Agradecerle su fidelidad sin otro sentido que el de su hondo amor. Un agradecimiento místico, que se pliega sobre sí mismo por su incomprensibilidad.

 d) Misterio de sueños

Eso es la encarnación, un misterio donde se mezcla el sueño de Dios con nuestros sueños limitados. Un misterio de sueños mezclados. Y creer que eso está en la base no solo de nuestra experiencia creyente en el Adviento, sino también en la base de la misma vida. Mirar la realidad con los ojos de los místicos horizontales que traspasan la costra de lo que aparece a la vista para situarse en la profundidad de lo que no se ve.

 

 4. Caminos de vida

 1) No sucumbamos al “realismo”: Porque esa es la primera tentación, se nos dice que hay que ser realistas. ¿Es que la evidencia de los sueños no es real? ¿Es que, desde la fe, no es real la mezcla del camino de Dios y de los nuestros? Si el realismo es herramienta para no caer en las ensoñaciones, bienvenido sea. Pero si es para matar algo tan vivo como nuestros sueños o los de Dios, escapemos de él.

2) Valorar los sueños humildes: Porque esa es una objeción, nuestros sueños cotidianos son humildísimos, a veces rozan con la mezquindad. Somos así y así son nuestros sueños. Valorémoslos más allá de su pobreza porque en su oscuridad brilla una luz parecida a la que ilumina los ojos de Dios cuando nos dio a Jesús.

 3)    No abandonar los grandes sueños: Porque sean grandes y nos parezcan casi inalcanzables, no los abandonemos. El gran sueño de la fraternidad universal, el imprescindible sueño de la justicia, el sueño evangélico de que mengüe y desaparezca el llanto de los ojos de los pobres, el sueño de todos los estómagos llenos, el sueño de hacer retroceder a la muerte causada por humanos, etc. Sueños lejanísimos, pero si los dejáramos de lado, ¿cuál sería, entonces, el horizonte de nuestra vida?

 4)    Suscitar sueños: Porque eso no es engañar a las personas. Suscitemos sueños posibles, aunque hoy no puedan cumplirse. Hagamos que los ojos de los sencillos, de los humildes, de los precarios, brillen con el brillo de una pequeña posibilidad, de una salida de sus situaciones. Contribuyamos a que los sueños de nuestras comunidades no mueran y se apaguen por nuestra causa.

 5)    Hablemos de nuestros sueños: No nos dé vergüenza, no pensemos que no tenemos derecho a hablar de ellos vista nuestra limitación, no consideremos que es inútil porque tales sueños nunca van a cumplirse del todo. Hablar de sueños es una de las formas más vivas de hacer fraternidad.

 Conclusión

 Celebremos este misterio de sueños que es la encarnación del Señor. Hagámoslo celebrando con regocijo el sueño de Dios, más allá de nuestras limitaciones. Celebremos acogiendo ese hermoso sueño de Dios y acogiendo nuestros sueños. Seamos soñadores y soñadoras en esta Adviento, y siempre. No hay sombra que pueda contra uno que sueña. Que el Adviento y la Navidad ablanden y alegren nuestras entrañas humanas para acercarnos al sueño de Dios.

2.  LA VIDA SUBSISTEDONDE HAY VÍNCULO

 La base sobre la que se sustentan los sueños no es otra que la buena relación, lo que Jesús llegó a formular como “reinado de Dios”: la nueva relación de hermanos, la sociedad sin jerarquías, la convivencia de todos en paz y respeto. Eso está en la base de todos los trabajos de fe y del sueño evangélico.

Por eso mismo, en este Adviento volvemos a la reflexión sobre la fraternidad desde la encíclica FT que lo tiene por tema central. Soñar sin tener los pies en el suelo es peligroso. La vida comunitaria nos hace aterrizar, es la medida realista de la verdad de nuestros anhelos. No nos cansemos de volver a ella. Es la masa que aglutina el edificio de nuestra opción.

«Un ser humano está hecho de tal manera que no se realiza, no se desarrolla ni puede encontrar su plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás. Ni siquiera llega a reconocer a fondo su propia verdad si no es en el encuentro con los otros: sólo me comunico realmente conmigo mismo en la medida en que me comunico con el otro. Esto explica por qué nadie puede experimentar el valor de vivir sin rostros concretos a quienes amar. Aquí hay un secreto de la verdadera existencia humana, porque la vida subsiste donde hay vínculo, comunión, fraternidad; y es una vida más fuerte que la muerte cuando se construye sobre relaciones verdaderas y lazos de fidelidad. Por el contrario, no hay vida cuando pretendemos pertenecer sólo a nosotros mismos y vivir como islas: en estas actitudes prevalece la muerte» (FT 87).

He aquí un texto luminoso. Todas y cada una de las frases son útiles para generar espiritualidad en torno a la comunidad. Necesitamos luz y ánimo más que grandes documentos. Aprovechemos esta oportunidad rumiando el presente texto.

Es cierto que aquí se habla de la comunidad humana, social. Pero el cimiento es común para toda vida en grupo, también para los grupos eclesiales. Dar el salto a la comunidad creyente sin el cimiento de la antropológica y social es un riesgo. La primera evidencia de nuestra vida eclesial es que deseemos la vida en grupo. Quien tiene problemas para la vida en grupo tiene problemas para la vivencia de la fe.

No hemos de subrayar sobre todo lo que nos separa de otros tipos de comunidad, sino lo que nos une. Unidos en lo común, en lo humano, ese es el gran cimiento de la vida eclesial.

Comentemos, una a una, cada una de sus frases porque todas son magníficas.

 · «Un ser humano está hecho de tal manera que no se realiza, no se desarrolla ni puede encontrar su plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás».

 El ser humano encuentra su plenitud en la entrega, no en el individualismo. Porque hemos sido educados en ese individualismo (“el que viene atrás que arree”) creemos que eso debe estar presente si se quiere sobrevivir en la vida cristiana. Una Iglesia egoísta tiene el horizonte muy limitado. El vigor de una comunidad no se mide por sus obras, su número o su reconocimiento social, sino por su entrega.

Esto pertenece a la hechura de lo humano. Lo que está a la base es la donación, por más que el egoísmo nos parezca una fuerza mayor (“por el interés te quiero, Andrés”). Hemos de creer en nuestra capacidad de entrega más que en nuestro egoísmo.

La entrega ha de ser sincera. Si encierra otras intenciones ocultas, si me entrego para sacar yo más partido, si me doy para hacerme un nombre y que me reconozcan, me den cargos, me aplaudan, es una entrega viciada. Pasar siempre factura es a la larga lo contrario de la fraternidad.

 · «Ni siquiera llega a reconocer a fondo su propia verdad si no es en el encuentro con los otros».

 El encuentro con el otro es el lugar adecuado para conocerse a sí mismo. Por eso, quien se encierra en su egoísmo, se desconoce a sí mismo, ignora sus verdaderos valores, vive en la mayor desorientación que es la de no saber quien se es en verdad.

Los otros dicen con mayor propiedad que yo mismo quién soy. Por eso mismo, el encuentro con el otro nos abre a la propia verdad y si no hay encuentro permanecemos cerrados en nuestra ignorancia más básica.

Encontrarse con el otro no es solo convivir físicamente. Es necesario ir saltando la cerca que envuelve el corazón ajeno e ir abriendo la propia cerca. Desechar este anhelo por excesivo será empobrecer de salida el horizonte de la vida cristiana. Porque estamos hechos para el encuentro la vida cristiana quiere hacer ver que ese anhelo es posible. De ahí que la razón de ser más básica e incluso el primer apostolado, antes que toda misión, es construir el encuentro. Si eso se da, hay sentido y posibilidad de evangelización; si no se da, se oscurece el sentido y la misión entra por derroteros religiosos y de funcionariado.

 

· ·«Sólo me comunico realmente conmigo mismo en la medida en que me comunico con el otro»

 Si no hay comunicación con el otro mi conversación interior es un soliloquio que no me lleva a buen puerto y que se presta a muchas desviaciones. Hablando con el otro se sitúan las cosas en sus justas medidas. Por eso, el diálogo con el otro es imprescindible. El ideal no es el silencio ante el otro sino este mezclado a la comunicación.

Estar mudo ante el otro no puede ser sino una medida temporal, terapéutica. Lo normal es hablar ante el otro. Hasta la liturgia es un hablar con otro ante Dios (una liturgia en solitario no es liturgia)

Por eso mismo, el modo más sensato de hablar de uno mismo es cuando en esa apreciación entran las valoraciones del otro. De ahí que muchas veces las formas de hablar de uno mismo, al no ser formas que cuentan con lo que dicen los otros, son un desvarío egolátrico que el grupo soporta como una cruz.

Con frecuencia no se tiene la valentía fraterna de decir a la cara del hermano lo que se piensa de él y se va diciendo a sus espaldas. No es buen proceder. Ya dice san Francisco: «Dichoso el siervo que tanto ama y respeta s su hermano cuando está lejos de él que cuando está con él, y no dice a sus espaldas nada que no pueda decir con claridad delante de él».

 · ·«Esto explica por qué nadie puede experimentar el valor de vivir sin rostros concretos a quienes amar».

 Amar sin rostros concretos, sin nombres, en general es arriesgarse a no amar. Orar con nombres es una manera muy buena de orar. Dice san Pablo en Rom 1,9: “No se me cae vuestro nombre de la boca cuando rezo”. Una vida sin rostros a los que amar es una vida en gran pobreza.

El rostro es la persona. Por él distinguimos a cada cual. Por él sabemos si estamos en su corazón o no. Por el rostro y por el nombre. Jesús devela su ser resucitado en la manera que tiene de pronunciar los nombres con amor: “¡María!” (Jn 20,16). Dice P. Casaldáliga: “Al final del camino me dirán: —¿Has vivido? ¿Has amado? Y yo, sin decir nada, abriré el corazón lleno de nombres.”

Mirar el rosto del otro, estudiar su rostro es acercarse a su corazón. ¿Cómo es que vivimos tantos años cerca unos de otros y casi desconocemos el rostro del hermano, de la hermana? Lectura de rostros, eso tendría que ser un trabajo de comunidad para nosotros. Al final, el rostro de Dios lo vemos en el rostro del otro (Gen 33,10).

Amar rostros es compartir la vida que se refleja en ellos: el dolor, la alegría, la pena, la sorpresa, el cansancio, la terquedad, la fidelidad, la luz. A veces apelamos al corazón de la persona como la sede de sus mejores valores. Se podría apelar al rostro porque si bien, a veces, engañamos con el rostro, a la larga, el rostro desvela el alma.

· ·«Aquí hay un secreto de la verdadera existencia humana, porque la vida subsiste donde hay vínculo, comunión, fraternidad».

 

El sentido de la existencia humana se percibe, a veces, oscuro y secreto. Pues bien, la comunidad ilumina esa oscuridad: hemos sido creados para ser hermanos y hermanas. De tal manera que siendo hermanos se ilumina la senda de la vida y de lo contrario se oscurece. La gran pregunta de siempre: ¿qué hacemos aquí? Se resuelve en esa respuesta sencilla: tratar de vivir el sueño de la igualdad humana. Eso es lo que en verdad tiene sentido. Cuando en la vejez nos asalta la duda de si ha merecido la pena nuestra vida, una respuesta tranquilizadora sería: sí ha merecido la pena por haber podido tener hermanos y haber sido hermanos con ellos. Mientras haya comunidad, grupo, habrá sentido.

Los vínculos humanos son vividos, a veces, como un peso. Pero si se vivieran gozosamente, los vínculos serían la evidencia de que la relación funciona. De todos modos, si se anhela una vida sin vínculos, el grupo enmudece, se esfuma. De ahí que el gozo de ser hermanos y hermanas desplaza el precio que es preciso pagar a cualquier vínculo.

Además, que la vida es comunión es algo que se demuestra desde los tiempos ancestrales, desde la mandíbula de Dmanisi de hace más de 2 millones de años donde se ve que alguien ya hacía favores al débil, favores de comunidad (y eso que eran homínidos carroñeros). Por eso, y aunque Darwin dice que triunfa la especie que mejor se adapta, en realidad el triunfo está en quien más comunión crea. Cuanta más comunión, más vigor tiene la comunidad; cuanto menos comunión, más fragilidad.

 · «La vida es más fuerte que la muerte cuando se construye sobre relaciones verdaderas y lazos de fidelidad». 

Dice el Cant 8,6 que el amor es más fuerte que la muerte. Eso mismo dice FT: si el cimiento de la vida es la fraternidad, la vida se hace fuerte más allá de la muerte y de las muertes que acompañan nuestra vida. La fortaleza no le viene al grupo por el mucho número, por la brillantez de sus miembros, por las grandes obras de misión que han llevado a cabo en su vida. No, le viene por la buena relación. Ahí está la raíz de su fortaleza. Por eso, si se quiere fortalecer a la comunidad, lo que se haga por hacer fuerte la fraternidad irán en la buena dirección.

Ahora bien, las relaciones han de ser verdaderas. Porque también puede que haya relaciones falsas no tanto de engaño, cuanto de cansancio, apariencia, superficialidad, desinterés por el otro. Las relaciones verdaderas son las brotan de un amor experimentado, de un respeto cariñoso, de una colaboración generosa, etc. Son verdaderas porque están llenas de una vida verdadera, entregada.

Y luego está la fidelidad, no tanto a Dios, sino a los hermanos y hermanas. Esa fidelidad es la que Dios nos demanda y la que puede hacer verdadero el amor. No traicionar, no engañar, no tener dos caras, no hablar por detrás, no tener dos maneras de valorar a los hermanos y hermanas (una si está delante, otra si no lo está).

 · «No hay vida cuando pretendemos pertenecer sólo a nosotros mismos y vivir como islas: en estas actitudes prevalece la muerte».

 El aislamiento, el interés solo por mis cosas, el no haber pasado a “la orilla de la comunidad” (verdadero peligro de por vida), el viajar individualmente y no en el bus del grupo, es lo que agosta la vida, le quita sentido, le arrebata el gozo, la vuelve sosa..

Vivir como islas es andar el camino del empobrecimiento, de la desconexión. Estar mirándose siempre el ombligo es terminar miope y no ver la hermosura de los otros y la belleza de la vida. Ensimismarse es siempre un peligro a controlar. No somos islas, somos península conectada siempre al otro. Por ahí nos llega la savia, la vida.

Un grupo tiene el peligro de estar muerto aunque sus miembros estén vivos. La muerte de la ilusión, del cariño, de la sensibilidad, del gozo compartido. Son caminos que nos llevan al cementerio, aunque aún no hayamos muerto. Luchar contra la muerte del grupo no es algo para otros, sino para cada uno de nosotros. La relación de grupo es algo vivo; si no se lo cultiva, se agosta y se muere.

 

Conclusión

 

No renunciemos a una vida de componente comunitario,

no renunciemos a una relación jugosa;

no renunciemos a una vida en grupo pacífica y gozosa.

Y desde ahí, trabajemos día a día

por el logro hermoso de la construcción de la comunidad.

Es empresa que no defrauda.

Y esta es la base de todo trabajo

en torno a la recuperación y vivencia

de los sueños de la fe.

Que el Adviento de este año

avive nuestros sueños

y alimente nuestra mística comunitaria.

Así, sin duda, nuestro futuro

personal y comunitario será mejor.

 (Fidel Aizpurúa Donazar)