Bienvenid@s

Estoy convencido de que la unión hace la fuerza, como los granos de una uva dan la mejor cosecha de vino. Por eso brindo este espacio para que podamos echar en el mismo lagar todos nuestro mejores granos y asi ir construyendo una parroquia y pueblo mejor.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Dia de la Iglesia Diocesana

DÍA DE LA IGLESIA DIOCESANA

PISTAS PARA EL DIÁLOGO: " LAUDATO SI "

LAUDATO SÍ
 
SOBRE EL CUIDADO DE LA CASA CÓMUN PARA EL PAPA FRANCISCO
 

<<¿Qué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan, a los niños que están creciendo?>>
(nº 160)
 
¿QUÉ ES UNA ENCÍCLICA?
Es una carta importante del Papa en la que reflexiona sobre los problemas del mundo (paz, trabajo, desarrollo humano, justicia, esperanza, moral, la persona, el amor cristiano, medio ambiente...) a la luz del Evangelio y de la Tradición de la Iglesia (doctrina y costumbres) para ayudar a buscar el Reino de Dios.
 
El nombre de la encíclicas se toma de las dos primeras palabras en el idioma en que se han escrito, normalmente en latín. Lumen Fidei. ("La Luz de la Fe") publicada por Francisco y empezada por Benedicto XVI, Deus Caritas Est ("Dios es amor") de Benedicto XVI o Laborem Exercens ("Ejerciendo el trabajo") de Juan Pablo II.
 
La "LAUDATO SI, mi Signore" (alado seas, mi Señor) del papa Francisco, al igual que otras grandes encíclicas de contenido político o social, Rerum Novarum 8trabajo), Pacem in Terris (paz), está dirigida "a cada persona que habita este planeta" (nº3) y, además de afirmar la doctrina, llama al compromiso individual y de tipo político-social.
 
No deja indiferente a nadie. Lenguaje claro y directo para plantear que "la casa común... clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso". Nos remueve interiormente y nos sentimos interpelados en todo momento. Su repercusión ha sido y es muy grande. En los medios de comunicación abrió telediarios, fue portada en los periódicos y revistas, y a día de hoy sirve para muchos debates políticos y sociales.
 
PARTES DE LA ENCÍCLICA
 
Empieza con una INTRODUCCIÓN (nº 1-6) donde  afirma que la casa común que grita es "la hermana madre Tierra". Se apoya para la reflexión en sus antecesores y en numerosos científicos, filósofos, teólogos y otras iglesias y comunidades cristianas. Nos revela su principal fuente de inspiración: San Francisco de Asís.
 
Tiene tres partes bien diferenciadas que corresponden, como muy bien señala Leonardo Boff, al ver, juzgar y actuar-celebrar.
 
VER
 
CAPÍTULO 1º:"Lo que le está pasando a nuestra casa" (nº 17-61)
El Papa lo dedica a señalar los principales problemas:
* La contaminación y el cambio climático (nº20-22).
* La cuestión del agua (nº27-31).
* La pérdida de la biodiversidad (nº32-42).
* El deteriodo de la calidad de la vida humana y la degradación de la vida social (nº43-47).
* Denuncia la alta tasa de corrupción, que afecta a todos los ámbitos de la vida (nº48-52).
* Y señala la escasa e insuficiente reacción política, de los poderes económicos y de los ciudadanos (nº53-59).
-----------------------------------------------------
Para reflexionar y dialogar:
"... basta mirar la realidad con sinceridad para ver que hay un gran deterioro de nuestra casa común" (nª61).
Mira a tu entorno y señala algunos hechos concretos de ese deterioro.
 
COMÉNTALOS EN EL GRUPO.
 
"El ambiente humano y el ambiente natural se degradan juntos (...), el deterioro del ambiente y el de la sociedad afectan de un modo especial a los más débiles" (nº48)"... un verdadero planteamiento ecológico se convierte siempre en un planteamiento social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres" (nº49).
 
¿Qué nos quiere decir? ¿Es posible pretender construir un futuro mejor para todos, sin pensar en la crisis del ambiente y en los sufrimientos de los excluidos?
 
JUZGAR
Los capítulos segundo, tercero y cuarto (nº62-162) apoyan "un diálogo intenso y productivo" entre la ciencia y la religión, pues aportan diferentes aproximaciones a la realidad.
 
CAPÍTULO 2º:"EL EVANGELIO DE LA CREACIÓN" (Nº62-100)
 
Es el más largo y teológico. Señala el aporte de la fe a la solución del problema (nº63-64), continuando con un recorrido por los textos bíblicos (nº65-75), donde se habla de creación en vez de naturaleza, "porque tiene que ver con el proyecto del amor de Dios" (nº76) y pertenece al "orden del amor" (nº77), pues Dios es el Señor amante de la vida (Sab. 11,26).
 
Posteriormente, se centra en el misterio del universo (nº76-83), donde se abre a una visión evolucionista del mismo sin usar esa palabra, en la función de cada criatura, en la armonía de lo creado (nº84-889, la comunión universal (nª89-929 y el destino común y universal de los bienes (nº3-95).
 
Y finaliza con un recorrido (nº96-1009 por el Evangelio para presentarnos la mirada Jesús. "El Señor podía invitar a otros a estar atentos a la belleza que hay en el mundo porque él mismo estaba en contacto permanentemente con la naturaleza y le prestaba una atención llena de cariño y asombro. Cuando recorría cada rincón de su tierra se detenía a contemplar la hermosura sembrada por su Padre, e invitaba a sus discípulos a reconocer en las cosas un mensaje divino" (nº97).
 
¿Qué descubres en el Evangelio de la Creación?
¿Te ayuda este Evangelio a construirte como ser social, libre, festivo, comprometido?
¿Desde este Evangelio reconoces tus límites en el trato a la naturaleza y a los demás?
 
 CAPÍTULO 3º:" RAÍZ HUMANA DE LA CRISIS ECOLÓGICA" (Nº101-136)
 
El Papa analiza la tecnología, señalando que tiene sus ventaja, pues ha traído "cosas realmente valiosas para mejorar la calidad de vida del ser humano" 8nº103), y sus desventajas, como la  suposición equivocada de la "disponibilidad infinita de los bienes del planeta2 (n.106) y el dominio sobre todos (nº108-109) o el hecho de "fragmentar los saberes y perder el sentido de la totalidad"(nº110). De igual forma, critica el antropocentrismo moderno (nº115-121) y el relativismo práctico de hoy (nº122-123) y apuesta por revalorizar el trabajo 8nº124-129) y la innovación biológica a partir de la investigación y de la ética (nº130-136).
 
CAPÍTULO 4º: "UNA ECOLOGÍA INTEGRAL"
 
Propone una "ecología integral, que incorpore las dimensiones humanas y sociales" (nº1379 que va más allá de la ecología ambiental. Esa ecología cubre todos los campos, el ambiental, el económico, el social, el cultural y también la vida cotidiana (nº138-1559. Nos pone de ejemplo a los pobres que testimonian también su forma de ecología humana y social (nº156-162).
 
 ACTUAR
 
Capítulo 5:"ALGUNAS LÍNEAS DE ORIENTACIÓN Y ACCIÓN" (nº163-201), Y 6º: "EDUCACIÓN Y ESPIRITUALIDAD ECOLÓGICA" (nº201-246).
 
Trata de los grandes temas de política internacional, nacional y local (nº164-181). Insiste en la relación de los social y lo educacional con lo ecológico. Confirma las dificultades que traen el predominio de la tecnocracia y la falta de diálogo y trasparencia, que dificultan los cambios que frenen la avaricia que lleva a la acumulación y el consumismo (nº182-188). La economía y la política deben servir al bien común y a crear condiciones para un desarrollo integral del ser humano (nº189-198). Reclama el diálogo entre la ciencia y la religión y afirma que todas las religiones "deben buscar el cuidado de la naturaleza y la defensa de los pobres" (nº201). Y anima a educar para una "ciudadanía ecológica (nº9119 y un nuevo estilo de vida, asentado sobre el cuidado, la compasión, la sobriedad compartida, la alianza entre la humanidad y el ambiente y la corresponsabilidad por todo lo que existe y vive y por nuestro destino común (nº203-208).
 
----------------------
DIÁLOGAD:
¿Cómo hacemos posible esta ciudadanía ecológica'
¿Qué estamos realizando ya y a qué nos podemos comprometer? PROPONTE COSAS CONCRETAS
----------------------

 
Finalmente, el momento de CELEBRAR. La celebración se realiza en un contexto de "conversión ecológica", que implica una 2espiritualidad ecológica". Esta se deriva no tanto de las doctrinas teológicas sino de las motivaciones de la fe para cuidar de la casa común y "alimentar una pasión por el cuidado del mundo"(nº216). Lo menos es más y se puede ser feliz con poco (nº210).
 
Francisco ha establecido que el 1 de septiembre se celebre la Jornada Mundial de Oración por el  Cuidado de la Creación. Esta Jornada ya la celebran los cristianos ortodoxos, y los católicos debemos recordar cómo cuidar el Planeta y pedir perdón a Dios por el mal que le estamos ocasionando. Reservemos ese día para ello.
 
10 CONSEJOS CONCRETOS:
 
"Una ecología integral también está hecha de simples gestos cotidianos: una palabra amable, una sonrisa, cualquier pequeño gesto que siembre paz y amistad" 8nº230).
1. Calefacción. nos aconsejó abrigarse más y evitar prenderla.
2. Evitar el uso de material plástico y de papel.
3. Reducir el consumo de agua y utilizar productos no dañinos al medio ambiente.
4. Separar los residuos. Crear un mercado de intercambios.
5. Cocinar sólo lo que razonablemente se podrá comer.
6. Tratar con cuidado a los demás seres vivos.
7. Utilizar transporte público o compartir un mismo vehículo entre varias personas.
8. Plantar árboles. Crear un pequeño jardín o tener macetas en el balcón.
9. Apagar las luces innecesarias. Puedes hacer una auditoria energética, con medidas de ahorro.
10. Dar gracias a Dios antes y después de las comidas.
 
CARTA ENCÍCLICALAUDATO SI’DEL SANTO PADREFRANCISCOSOBRE EL CUIDADO DE LA CASA COMÚN
 
(Agradecemos este trabajo  al Movimiento Rural Cristiano)

martes, 21 de abril de 2015

lunes, 20 de abril de 2015

en memoria de los naufragos del mediterraneo.


 

EN MEMORIA DE LOS MILES DE LOS NAUFRAGOS EN EL MEDITERRANEO.


“Están llegando en estas horas noticias relativas a una nueva tragedia en las aguas del Mediterráneo. Una embarcación cargada de migrantes naufragó anoche a unas 60 millas de la costa líbica y se teme que haya centenares de víctimas. Expreso mi más sentido dolor ante tal tragedia y aseguro para los desaparecidos y sus familias mi recuerdo en la oración. Dirijo un apremiante llamado para que la comunidad internacional actúe con decisión y rapidez para evitar que similares tragedias se repitan”, aseguró. “Son hombres y mujeres como nosotros, hermanos nuestro que buscan una vida mejor, hambrientos, perseguidos, heridos, explotados, víctimas de guerras, buscan una vida mejor… Buscaban la felicidad… Les invito a rezar en silencio antes y después todos juntos por estos hermanos y hermanas. Ave María…”. Papa Francisco

martes, 7 de abril de 2015

Encuentros y reconocimientos con el Resucitado


Yo, Lucas, como digo al principio de mi Evangelio, quise indagar, muchos años después de su muerte, sobre la persona de Jesús y la de sus seguidores. Por eso escribí un Evangelio. Lo más difícil fue escribir sobre lo de después de su muerte. Tuve que utilizar los moldes culturales de la época. Y pinté la resurrección al modo de la época. Pero, en realidad, la cosa fue más sencilla, más humana, más cotidiana, más honda.
            Aquellos de Emaús habían dado cobijo a un transeúnte. Y éste "repartió el pan" al modo de Jesús, empezando por los últimos de la mesa. Como lo hacía Jesús. Estaban hablando en Jerusalén, a su vuelta, con sus seguidores que mientras hubiera alguien que repartiera el pan comenzando por los últimos, él estaría vivo. De eso hablaban.
            Pero ni aun así desaparecía el espanto que había dibujado en el alma y en el rostro de los seguidores por el hachazo de la muerte violenta de Jesús, de su crucifixión. "Asustados y despavoridos". Así seguían. Para ahuyentar el fantasma del miedo empezaron ha hablar de la "carne y los huesos" de Jesús, de su amable persona, de su sonrisa, de su fortaleza, de sus abrazos, del brillo de sus ojos. Querían ahuyentar el fantasma de su muerte violenta.
            Pero alguien se atrevió y dijo: -No, hablemos también de "las manos y los pies", hablemos claramente de su muerte injusta, de su terrible exclusión de la sociedad y de la vida. Al principio solo eran lágrimas y silencio. Pero luego fueron brotando las palabras y por las rendijas del alma asomaron el asombro y la alegría. ¿Cómo pudo amar tanto? ¿Cómo pudo darse hasta ese extremo? ¿Cómo pudo poner por delante nuestro bien al suyo? Lo mejor era que estas preguntas no tenían respuesta. O sí había respuesta: amor, esa era la respuesta única.
            Y luego recordaron las comidas con él, comidas de pobreza, de "pescado asado", comida de pescadores, pero comidas de alegría, de encuentro, de complicidad, de descanso. ¿Podría haberse perdido todo aquello? No, de alguna manera, él seguía comiendo cuando se reunían, cuando lo recordaban. Él también, vivo y resucitado, comía el "pescado asado" cuando ellos lo comían recordándole. Estaba "delante de ellos" cuando se sentaban a comer.
            Entonces "se les abría el entendimiento" y comprendían lo que habían dicho las Escrituras de aquel pobre que salva por su entrega, por tu total amor. Venían a su mente los cantos del Siervo pobre que soñara Isaías. Y se decían: él era el siervo pobre que abraza al mundo por su amor entregado. Y todo se iluminaba. Y los hielos del alma se derretían. Y se hacía verdad aquello que poco después de la muerte de Jesús dijera Pablo de Tarso: la muerte había sido vencida.
            No lo dudaban: estaba vivo y con ellos. La tristeza se derretía como la nieve bajo el sol de abril. Una "fuerza de lo alto" se instalaba en el fondo de sus vidas. Los temores se alejaban como las sombras al amanecer.

sábado, 4 de abril de 2015

RESUCITÓ. QUITEMOS LOSAS

Nos levantamos cuando estaba aún oscuro y nos echamos al camino. Éramos tres sombras en la noche, tres mujeres con el corazón herido: María Magdalena, María la de Santiago, Salomé.  Íbamos en silencio por el camino pero, por dentro, todas teníamos la misma preocupación: la losa, la losa…¿Quién moverá la losa, tan pesada? Nos arriesgábamos a volvernos de vacío si no encontrábamos medio de mover aquella losa tan grande.
            Nuestra sorpresa fue mayúscula: la losa estaba movida. Lo vimos de lejos porque ya amanecía. María Madgalena rompió el silencio: “No deberíamos habernos preocupado tanto por la losa”, dijo. “La losa la teníamos nosotras”, añadió. Aceleramos paso.
            Algo había pasado con el cuerpo de Jesús, no podríamos decir más. Un cuerpo sin el peso de la losa de la limitación y de la muerte, un cuerpo liberado de las trabas a las que está sujeto todo cuerpo. Todo lo que digamos, quizá está de más.
            Volvimos también en silencio. De repente, de nuevo María Magdalena fue la que dijo: “Hay que empezar a quitar las losas. La primera es quitarse esta losa de Jerusalén y su sistema religioso. Tenemos que ir a Galilea, como dijo él. Hay que empezar allí de nuevo, con más brío, con más confianza, con más fe”. Nadie dijo nada. Pero el silencio era elocuente porque nos sabíamos hermanas en ese anhelo. Ahora era cuestión de convencer a sus discípulos y a Pedro, oprimidos por la losa de la pena y del fracaso. Había que decirles que en Galilea había luz, en la vida con el Resucitado había esperanza.

Reflexión:
 
            El Sábado Santo es el día de contemplación no tanto del Jesús enterrado, sino sobre todo de la losa removida. En ese signo está oculta la verdad nueva de la resurrección. Ésta dice simplemente: las más pesadas losas, tuyas y de los demás, pueden ser removidas.
            En el relato de la resurrección de Lázaro (Jn 11), se dice que Jesús dio gracias al padre no cuando Lázaro salió de la tumba, sino cuando los que rodeaban su sepulcro quitaron la losa. Quitar losas es vivir ya desde ahora la resurrección. No hay que aguardar al final de los tiempos. Ya desde ahora, en este día, puedes quitar losas de ti y de los demás. Si lo haces, estás viviendo como un “resucitado”.
            Todos sabemos que la vida está llena de losas, pequeñas y grandes, las que nos ponemos nosotros mismos, las que ponemos a los demás. Palabras pesadas y tóxicas, prejuicios inamovibles, segundas intenciones que pesan enormemente. Si haces algo por quitar esa clase de losas, la piedra de tu “sepulcro” está movida, vives en el gozo de la resurrección.
            No se nos puede quedar la celebración de la resurrección en una idea o en una mera celebración, por muy festiva que sea. Tiene que tener incidencia en la vida. Y este asunto de quitar losas, de hacer una vida respirable, de poner una bocanada de aire fresco en nuestro caminar, puede ser una manera buena de vivir como un “resucitado”.

Pregúntate:
 1.      ¿Cómo poner carne a la celebración de la resurrección?
2.      ¿Qué losas te pesan y habrías de echar mano a ellas?
3.      ¿Qué puedes hacer para quitar losas en los demás?

jueves, 2 de abril de 2015

Ante el Viernes Santo

Yo, Malco, como dice el Evangelio, era criado del sumo sacerdote. Me dijeron que fuera con la policía del templo a prender a Jesús. Fuimos de noche, en silencio subiendo la cuesta del monte de los Olivos. Solo el ruido de nuestros pasos, el de las armas y alguna orden dada en voz baja se escuchaban en el serpenteante camino del monte. Yo me decía: vamos camino de la muerte. Porque estaba seguro de que aquel camino conducía a la muerte. Como así fue: un camino de muerte.
Ocurrió aquello que narra el Evangelio: aquel Pedro, en la refriega del arresto, desenvainó un machete (¿de dónde lo habría sacado?) y me cercenó el lóbulo de la oreja derecha. Sangraba mucho. Mientras se lo llevaban preso yo, con un trapo en la oreja para contener la hemorragia, me fui solo a casa para ser curado.
Yo había visto muchas
veces que, cuando se consagraba a un nuevo sumo sacerdote, se le hacía una incisión en el lóbulo de la oreja derecha para, mezclando esa sangre a la de los sacrificios, significar un “pacto de sangre” entre Dios y el elegido. Y me decía en el camino: ya no tiene sentido cortar más lóbulos, ya no tiene sentido el viejo sumo sacerdocio. En ese pobre hombre entregado y avasallado está el sacerdocio de verdad, el mediador válido, el acompañante definitivo.
No dicen los Evangelios que luego yo, una vez curado en mi casa, me eché a la calle y le seguí durante todo su duro camino a la cruz. Cuando veía su sangre, decía: es la sangre nueva, la que da sentido por su honda entrega, la que dice que derramar cualquier sangre es un fracaso. Iba en silencio y miraba su sangre.

Reflexión: 
            El Evangelio tiene un planteamiento que da sentido a la muerte de Jesús: las entregas tienen un valor en sí mismas y, por tanto, nunca se pierden. Su valor no depende del premio, del pago, del reconocimiento, del aplauso. Tienen valor en sí mismas. La entrega de Jesús es valiosa, aunque no se la reconozca, aunque uno se burle de ellas. No en vano Jesús se definía a sí mismo como un “entregado” (“El hijo del Hombre va a ser entregado…” Mc 9,31).
            Hoy, por todo el país, habrá muchas procesiones. Muchas personas verán las imágenes de Cristo crucificado y se emocionarán porque tienen un sentimiento religioso. Ven la sangre (aunque se en imagen) y se emocionan. Pero lo importante es emocionarse por la entrega incondicional de este hombre a lo nuestro, por haber intentado dar alguna respuesta los sufrimientos de otros, por haber andado muchos caminos que no eran los suyos.
            Desde ahí podríamos deducir que la fe cristiana apoya las hermosas entregas al otro, sostiene la incertidumbre de quien piensa que si no me pagan o me aplauden no tiene sentido darse al otro, da fuerza para sobreponerse a la falta de agradecimiento cuando me doy y no me lo reconocen.
            El camino cristiano es un camino de entrega, con todos los riesgos que pueda eso tener. Y ello con la convicción de que darse a la realidad del otro, a sus necesidades y demandas, es justamente hacer lo mismo que hizo Jesús. Tal cual.
 Pregúntate:
 1.      ¿Cómo te suena esta espiritualidad de la entrega?
2.      ¿Merece la pena seguir a un “entregado”
3.      ¿Qué entregas de hoy mismo tienes pendientes?
 

lunes, 30 de marzo de 2015

Para la Semana Santa

CATEQUESIS DE PASCUA de Fidel Aizpurua
 
Presentación
 
            Muchas veces hemos dicho que “la meta es el camino” aludiendo a lo importante que es vivir, disfrutar, compartir el camino de los días con aquellos a quienes queremos y con toda persona. Caminar es lo importante, no tanto la meta. La Semana Santa y la Pascua es el final del camino de Jesús, sus días más importantes. Anímate a vivirlos con Él y con tus amigos y amigas.
            Para Jesús fueron días difíciles. Dice Lc 10 51 que “cuando iba llegando el tiempo de que se lo llevaran a lo alto, también él resolvió ponerse en camino para encararse con Jerusalén”. Puso “mala cara” a Jerusalén (el término dice expresivamente “frunció el ceño de cara a Jerusalén”, como quien se apresta a un ataque). Merece la pena hacer esta etapa dura del camino con Jesús, porque al término del mismo hay luz, hay Pascua.
            Puede pasarte un poco como ocurre en el camino de Santiago: si andas los últimos 100 km te dan “la compostelana”, aunque no hayas hecho todo el camino. Es fácil que, por muchos motivos, no hayas tenido sosiego para hacer todo el camino de la Cuaresma de este año. Puedes andar estos últimos kilómetros que son la Semana Santa y de darán la “compostelana” de la Pascua, la alegría que brota de la luz del Resucitado. Es una oportunidad magnífica que no habrías de desperdiciar.
            Para andar este camino con Jesús se precisa, sobre todo, corazón, amor. No hace falta equipaje especial, ni estar en perfecta forma física, ni tener dinero en la cartera. Es suficiente mirar a Jesús, ahondar en su gesto de amor, vivirlo con buen corazón, compartirlo con los hermanos y celebrar la posibilidad de que hoy Jesús haga su camino para nuestro beneficio. O sea: fundamentalmente es cuestión de amor. Anímate a entrar a fondo y con alegría en este camino hermoso de una Semana Santa que es la puerta de la luz de la Pascua.
 
1.  Jueves Santo
 
Narración:
 
            Yo, Pedro, el apóstol hice muchos caminos con Jesús. Tres años de ir y venir por el país dan para mucho. Íbamos a Jerusalén temerosos. El miedo de Jesús pasaba a nosotros porque todos intuíamos que las cosas podía ir mal en Jerusalén, en la boca del lobo. Nunca imaginamos que fueran a ir tan mal. Íbamos con miedo a celebrar la cena de Pascua. Pensábamos que iba a ser la última, como así fue. Íbamos en silencio; el ruido de las sandalias con las piedras del camino era lo único que, a ratos, se escuchaba. Cada uno con sus pesados pensamientos.
            La cena transcurrió normal, aunque no se disipara la nube gris que teníamos encima. El colmo fue cuando vi que nos iba a lavar los pies. No era la primera vez que lo hacía. A mí se me revolvían las tripas. ¿Qué se podía esperar de un Mesías que lava pies? Nosotros queríamos un Mesías brillante y poderoso, no un esclavo que lava pies. No podía yo con aquello. Él lo notó y por eso se dirigió a mí y me dijo aquella frase que nunca olvidaré: “Si no te dejas lavar los pies, no tienes nada que ver conmigo”. Un mazazo auténtico.
            Ahí entendí que ser de su grupo conllevaba aprender el tema del servicio, que Él quería ser un Mesías servidor, no un jefe que es servido. Y que todo el que quisiera ser de su grupo tenía que encajar ese asunto. Algo se me iluminó y lo entendí. Con el tiempo, cuando me repuse del trauma de la dura muerte de Jesús, vino muchas veces a mi memoria aquella frase suya hasta que entendí que lo nuestro servir. Así de simple.

Reflexión:
 
            Los cristianos, por mecanismo religioso, hemos creído que mostrábamos nuestro ser cristiano por signos religiosos: un cruz en el pecho, una cruz en lo alto de una Iglesia, la señal de la cruz que hacemos al rezar, etc. Pero Jesús dice que nuestro signo de identidad es el servicio: “En esto conocerán que sois discípulos míos, si os amáis” (Jn 13,34-35).
            Es decir: eres del grupo de Jesús si sirves, no eres de su grupo si no sirves. Eres cristiano si sirves, no lo eres si no sirves. O como dijo aquel obispo francés: “Una Iglesia que no sirve, no sirve para nada”. Por eso, para saber si eres del grupo de Jesús no tienes que preguntarte ante todo si estás bautizado, si has hecho la comunión, si te has confirmado, si te vas a casa por la Iglesia, si rezas mucho, si lees el Evangelio, etc. Todo eso es valioso, pero la pregunta decisiva es ésta: sirves o sirves. Si no apruebas el examen del servicio, no has aprobado el primer paso.
            Imaginad esto: hoy, Jueves Santo, a la hora de la celebración os encontráis en la puerta del lugar donde vais a celebrar la cena del Señor una especie de piquete: cuatro o cinco personas fornidas y decididas que paran a todo el que quiere entrar y le conminan: “¿Estás por el servicio o no estás? Porque si estás, entra; y si no estás, ya te puedes marchar”.

           No te extrañe esto. Se celebra hoy el tema del servicio. Quien lo entiende, puede andar el camino con Jesús. Quien no lo entiende, andará otros caminos. Él tenía claro que se puede estar contento sirviendo. Lo había experimentado en su vida y lo llevó hasta las últimas consecuencias.

Pregúntate:
 1.      ¿Estás contento cuando sirves, cuando haces un favor, cuando ayudas a alguien o te cierras en lo tuyo y solamente te interesan tus asuntos?
2.      ¿Te emociona un Jesús que sirve hasta el final o te deja la cosa frío?
3.      ¿Cuáles crees que son hoy los principales servicios que debes hacer?

domingo, 15 de febrero de 2015

Nuevas oportunidades, nuevos retos: CUARESMA

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
PARA LA CUARESMA 2015
Fortalezcan sus corazones (St 5,8)

Queridos hermanos y hermanas:
La Cuaresma es un tiempo de renovación para la Iglesia, para las comunidades y para cada creyente. Pero sobre todo es un «tiempo de gracia» (2 Co 6,2). Dios no nos pide nada que no nos haya dado antes: «Nosotros amemos a Dios porque él nos amó primero» (1 Jn 4,19). Él no es indiferente a nosotros. Está interesado en cada uno de nosotros, nos conoce por nuestro nombre, nos cuida y nos busca cuando lo dejamos. Cada uno de nosotros le interesa; su amor le impide ser indiferente a lo que nos sucede. Pero ocurre que cuando estamos bien y nos sentimos a gusto, nos olvidamos de los demás (algo que Dios Padre no hace jamás), no nos interesan sus problemas, ni sus sufrimientos, ni las injusticias que padecen… Entonces nuestro corazón cae en la indiferencia: yo estoy relativamente bien y a gusto, y me olvido de quienes no están bien. Esta actitud egoísta, de indiferencia, ha alcanzado hoy una dimensión mundial, hasta tal punto que podemos hablar de una globalización de la indiferencia. Se trata de un malestar que tenemos que afrontar como cristianos.
Cuando el pueblo de Dios se convierte a su amor, encuentra las respuestas a las preguntas que la historia le plantea continuamente. Uno de los desafíos más urgentes sobre los que quiero detenerme en este Mensaje es el de la globalización de la indiferencia.
La indiferencia hacia el prójimo y hacia Dios es una tentación real también para los cristianos. Por eso, necesitamos oír en cada Cuaresma el grito de los profetas que levantan su voz y nos despiertan.
Dios no es indiferente al mundo, sino que lo ama hasta el punto de dar a su Hijo por la salvación de cada hombre. En la encarnación, en la vida terrena, en la muerte y resurrección del Hijo de Dios, se abre definitivamente la puerta entre Dios y el hombre, entre el cielo y la tierra. Y la Iglesia es como la mano que tiene abierta esta puerta mediante la proclamación de la Palabra, la celebración de los sacramentos, el testimonio de la fe que actúa por la caridad (cf. Ga 5,6). Sin embargo, el mundo tiende a cerrarse en sí mismo y a cerrar la puerta a través de la cual Dios entra en el mundo y el mundo en Él. Así, la mano, que es la Iglesia, nunca debe sorprenderse si es rechazada, aplastada o herida.
El pueblo de Dios, por tanto, tiene necesidad de renovación, para no ser indiferente y para no cerrarse en sí mismo. Querría proponerles tres pasajes para meditar acerca de esta renovación.
1. «Si un miembro sufre, todos sufren con él» (1 Co 12,26) – La Iglesia
La caridad de Dios que rompe esa cerrazón mortal en sí mismos de la indiferencia, nos la ofrece la Iglesia con sus enseñanzas y, sobre todo, con su testimonio. Sin embargo, sólo se puede testimoniar lo que antes se ha experimentado. El cristiano es aquel que permite que Dios lo revista de su bondad y misericordia, que lo revista de Cristo, para llegar a ser como Él, siervo de Dios y de los hombres. Nos lo recuerda la liturgia del Jueves Santo con el rito del lavatorio de los pies. Pedro no quería que Jesús le lavase los pies, pero después entendió que Jesús no quería ser sólo un ejemplo de cómo debemos lavarnos los pies unos a otros. Este servicio sólo lo puede hacer quien antes se ha dejado lavar los pies por Cristo. Sólo éstos tienen “parte” con Él (Jn 13,8) y así pueden servir al hombre.
La Cuaresma es un tiempo propicio para dejarnos servir por Cristo y así llegar a ser como Él. Esto sucede cuando escuchamos la Palabra de Dios y cuando recibimos los sacramentos, en particular la Eucaristía. En ella nos convertimos en lo que recibimos: el cuerpo de Cristo. En él no hay lugar para la indiferencia, que tan a menudo parece tener tanto poder en nuestros corazones. Quien es de Cristo pertenece a un solo cuerpo y en Él no se es indiferente hacia los demás. «Si un miembro sufre, todos sufren con él; y si un miembro es honrado, todos se alegran con él» (1 Co 12,26).
La Iglesia es communio sanctorum porque en ella participan los santos, pero a su vez porque es comunión de cosas santas: el amor de Dios que se nos reveló en Cristo y todos sus dones. Entre éstos está también la respuesta de cuantos se dejan tocar por ese amor. En esta comunión de los santos y en esta participación en las cosas santas, nadie posee sólo para sí mismo, sino que lo que tiene es para todos. Y puesto que estamos unidos en Dios, podemos hacer algo también por quienes están lejos, por aquellos a quienes nunca podríamos llegar sólo con nuestras fuerzas, porque con ellos y por ellos rezamos a Dios para que todos nos abramos a su obra de salvación.
2. «¿Dónde está tu hermano?» (Gn 4,9) – Las parroquias y las comunidades
Lo que hemos dicho para la Iglesia universal es necesario traducirlo en la vida de las parroquias y comunidades. En estas realidades eclesiales ¿se tiene la experiencia de que formamos parte de un solo cuerpo? ¿Un cuerpo que recibe y comparte lo que Dios quiere donar? ¿Un cuerpo que conoce a sus miembros más débiles, pobres y pequeños, y se hace cargo de ellos? ¿O nos refugiamos en un amor universal que se compromete con los que están lejos en el mundo, pero olvida al Lázaro sentado delante de su propia puerta cerrada? (cf. Lc 16,19-31).
Para recibir y hacer fructificar plenamente lo que Dios nos da es preciso superar los confines de la Iglesia visible en dos direcciones.
En primer lugar, uniéndonos a la Iglesia del cielo en la oración. Cuando la Iglesia terrenal ora, se instaura una comunión de servicio y de bien mutuos que llega ante Dios. Junto con los santos, que encontraron su plenitud en Dios, formamos parte de la comunión en la cual el amor vence la indiferencia. La Iglesia del cielo no es triunfante porque ha dado la espalda a los sufrimientos del mundo y goza en solitario. Los santos ya contemplan y gozan, gracias a que, con la muerte y la resurrección de Jesús, vencieron definitivamente la indiferencia, la dureza de corazón y el odio. Hasta que esta victoria del amor no inunde todo el mundo, los santos caminan con nosotros, todavía peregrinos. Santa Teresa de Lisieux, doctora de la Iglesia, escribía convencida de que la alegría en el cielo por la victoria del amor crucificado no es plena mientras haya un solo hombre en la tierra que sufra y gima: «Cuento mucho con no permanecer inactiva en el cielo, mi deseo es seguir trabajando para la Iglesia y para las almas» (Carta 254,14 julio 1897).
 También nosotros participamos de los méritos y de la alegría de los santos, así como ellos participan de nuestra lucha y nuestro deseo de paz y reconciliación. Su alegría por la victoria de Cristo resucitado es para nosotros motivo de fuerza para superar tantas formas de indiferencia y de dureza de corazón.
Por otra parte, toda comunidad cristiana está llamada a cruzar el umbral que la pone en relación con la sociedad que la rodea, con los pobres y los alejados. La Iglesia por naturaleza es misionera, no debe quedarse replegada en sí misma, sino que es enviada a todos los hombres.
Esta misión es el testimonio paciente de Aquel que quiere llevar toda la realidad y cada hombre al Padre. La misión es lo que el amor no puede callar. La Iglesia sigue a Jesucristo por el camino que la lleva a cada hombre, hasta los confines de la tierra (cf. Hch 1,8). Así podemos ver en nuestro prójimo al hermano y a la hermana por quienes Cristo murió y resucitó. Lo que hemos recibido, lo hemos recibido también para ellos. E, igualmente, lo que estos hermanos poseen es un don para la Iglesia y para toda la humanidad.
Queridos hermanos y hermanas, cuánto deseo que los lugares en los que se manifiesta la Iglesia, en particular nuestras parroquias y nuestras comunidades, lleguen a ser islas de misericordia en medio del mar de la indiferencia.
3. «Fortalezcan sus corazones» (St 5,8) – La persona creyente
También como individuos tenemos la tentación de la indiferencia. Estamos saturados de noticias e imágenes tremendas que nos narran el sufrimiento humano y, al mismo tiempo, sentimos toda nuestra incapacidad para intervenir. ¿Qué podemos hacer para no dejarnos absorber por esta espiral de horror y de impotencia?
En primer lugar, podemos orar en la comunión de la Iglesia terrenal y celestial. No olvidemos la fuerza de la oración de tantas personas. La iniciativa 24 horas para el Señor, que deseo que se celebre en toda la Iglesia —también a nivel diocesano—, en los días 13 y 14 de marzo, es expresión de esta necesidad de la oración.
En segundo lugar, podemos ayudar con gestos de caridad, llegando tanto a las personas cercanas como a las lejanas, gracias a los numerosos organismos de caridad de la Iglesia. La Cuaresma es un tiempo propicio para mostrar interés por el otro, con un signo concreto, aunque sea pequeño, de nuestra participación en la misma humanidad.
Y, en tercer lugar, el sufrimiento del otro constituye un llamado a la conversión, porque la necesidad del hermano me recuerda la fragilidad de mi vida, mi dependencia de Dios y de los hermanos. Si pedimos humildemente la gracia de Dios y aceptamos los límites de nuestras posibilidades, confiaremos en las infinitas posibilidades que nos reserva el amor de Dios. Y podremos resistir a la tentación diabólica que nos hace creer que nosotros solos podemos salvar al mundo y a nosotros mismos.
Para superar la indiferencia y nuestras pretensiones de omnipotencia, quiero pedir a todos que este tiempo de Cuaresma se viva como un camino de formación del corazón, como dijo Benedicto XVI (Ct. enc. Deus caritas est, 31). Tener un corazón misericordioso no significa tener un corazón débil. Quien desea ser misericordioso necesita un corazón fuerte, firme, cerrado al tentador, pero abierto a Dios. Un corazón que se deje impregnar por el Espíritu y guiar por los caminos del amor que nos llevan a los hermanos y hermanas. En definitiva, un corazón pobre, que conoce sus propias pobrezas y lo da todo por el otro.
Por esto, queridos hermanos y hermanas, deseo orar con ustedes a Cristo en esta Cuaresma: “Fac cor nostrum secundum Cor tuum”: “Haz nuestro corazón semejante al tuyo” (Súplica de las Letanías al Sagrado Corazón de Jesús). De ese modo tendremos un corazón fuerte y misericordioso, vigilante y generoso, que no se deje encerrar en sí mismo y no caiga en el vértigo de la globalización de la indiferencia.
Con este deseo, aseguro mi oración para que todo creyente y toda comunidad eclesial recorra provechosamente el itinerario cuaresmal, y les pido que recen por mí. Que el Señor los bendiga y la Virgen los guarde.
Vaticano, 4 de octubre de 2014
Fiesta de san Francisco de Asís
Franciscus