Eligió querernosRetiro de Navidad- 2022
Fidel Aizpurua
Preparar la contemplación de la Navidad es asomarse
al misterio. Si todo quedara en aspectos del folclore propio de la Navidad
sería un empobrecimiento. Si eso nos lleva al misterio, también sirve. El
misterio de la Navidad es el misterio de una elección: elegir querer. Dios, en
Jesús, ha elegido querernos. Algo de eso está en lo profundo de la Navidad.
Por eso, cada año se renueva el gozo de la Navidad
porque su misterio es insondable, nunca se termina de entrar en él, siempre hay
posibilidad de renovar la alegría. De ahí que, para quien entiende esto, la
rutina se aleja y no impone su ley. Se percibe así, cada año, la posibilidad de
revivir la alegría de una Navidad nueva.
Para vivir con profundidad el misterio de la Navidad
como la elección de amar que Dios tiene en Jesús hay que ahondar un poco. Pero
más que grandes argumentos teológicos, lo que necesitamos es grandeza de
corazón, brillo en los ojos, quedarse deslumbrados por el amor que siempre está
ahí, latiente, vibrante. Un corazón vivo y sensible, eso necesitamos.
Todo puede servirnos para asomarnos al misterio: las
celebraciones, las costumbres tradicionales, la imaginación puesta al servicio
de la fe. Y, para nosotros, la fraternidad es una ayuda privilegiada. Creamos
como grupo, celebremos como grupo, contemplemos como grupo.
1. Algo que viene de muy
lejos
Podríamos pensar que el misterio del Dios que elige querernos comienza
con Jesús. Pero la cosa viene de muy lejos. En los umbrales lejanos anteriores
a los homo ya se empieza a generar la
elección de querer que luego eclosionará en Jesús. Veamos algunos ejemplos:
1)
Hace 1,6 millones de años en el lago Turkana (Kenia) vivió ER 1808, un individuo femenino con
graves hemorragias fosilizadas en el hueso y otras muchas enfermedades
asociadas. Dicen los paleontólogos: «Alguien se ocupó de ella. Sola, incapaz de
moverse, delirando, con dolor, 1808 no habría durado dos días en la selva
africana, mucho menos que el tiempo de su esqueleto nos dice que vivió. Alguien
le trajo agua y posiblemente comida. Y alguien más la protegió de hienas y
chacales para obtener un sabroso bocado. Alguien más se sentó con ella durante
las largas noches africanas sin ninguna otra razón que la preocupación humana.
Sus huesos son un testimonio conmovedor de la sociabilidad, de los fuertes
lazos que llegaron a superar lo que no vemos en primates no humanos».
2)
El cráneo 14 de Atapuerca
corresponde a una niña deficiente aquejada de craneosinostosis. «La presión
intracraneal que sufrió le provocó sin duda trastornos psicomotrices
importantes. Sin embargo, el grupo no desechó a esta niña discapacitada, sino
que eligió protegerla y curarla. ¿Hay algo más humano que elegir querer? En Atapuerca un grupo de humanos
así lo hizo hace medio millón de años. La niña del cráneo 14 fue apodada Benjamina por sus investigadores que en
hebreo quiere decir “la más querida”. Uno de ellos, Ignacio Díaz de Mendizábal,
defiende que se trata de la primera muestra de amor fosilizado».
2. Eligió querernos: Mc 3,13-15
“Subió al monte, convocó a
los que él amó y estos se acercaron a él. Entonces constituyó a doce, para que
estuviesen con él y para enviarlos a predicar, con autoridad para expulsar demonios”.
En estas breves líneas se encierra, de alguna manera, la opción de
Jesús de querernos:
·
Subió al monte: El monte es el lugar donde
Dios se revela. La opción de querer conecta con Dios, refleja al Dios que nos
quiere.
·
Convoca: Es algo que parte de él, de
su propio corazón al haber visto con claridad que el deseo de amar es decisivo.
·
A los que él amó: Los eligió porque los
necesitaba para amarlos. ¿Qué habría sido de un Jesús sin gente concreta a
quien amar? ¿Qué mesianismo sin alma habría sido el suyo?
·
Se acercaron a él: Porque, a su manera, ellos
también lo amaron desde el momento en que comenzaron a acercarse. Se acercaban
a la fuente del amor. Y eso reconfortaba su corazón.
·
Constituyó a doce: Como una representación de
las tribus, como un símbolo de toda persona. En el amor que Jesús tuvo a sus
discípulos, estábamos nosotros también.
·
Para que estuviesen con el
él: Esta es
la finalidad principal: estar en con él. Es la belleza y la improductividad del
amor. Estar con él para reconfortar su corazón en los momentos de tristeza,
para compartir alegría en los momentos de gozo, para buscar juntos la senda de
amor que iba marcando el Padre. Estar con él era el lenguaje del amor, la
prueba de que él eligió querernos.
·
Para enviarlos a predicar: No tanto una religión,
cuanto la verdad honda de que el amor es el único cauce de acceso a Dios y de
acceso al corazón de la persona. Una predicación de amor a la que todos estamos
llamados.
·
Con autoridad para expulsar
demonios: O
sea, para curar las heridas del desamor (esos son los peores “demonios” que
arrastramos los humanos).
3. La Navidad, elección de
amor
Hay muchas maneras de decir qué es la Navidad. Una de ellas, muy
hermosa, sería decir que es el misterio
de un Dios que, en Jesús, elige querernos. Es un misterio porque, se mire
por donde se mire, resulta incomprensible. Pero, por otro lado, ¿cómo no iba a
amar lo que él mismo había creado? Ya lo dice Sab 11,24: «Amas a todos los seres y no aborreces nada de lo que has hecho; si
hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado».
·
Celebrar una opción de amor:
Es algo muy
sutil que no llegamos a entender del todo. Quizá el modo mejor sea la actitud
contemplativa: quedarse ante el misterio, gozar de un Dios que ama,
maravillarse de esa opción insondable de un Dios que, en Jesús, ha puesto su
corazón en lo nuestro. Dios tiene corazón y por eso ama. Despojarle de corazón
es matarlo. Por eso la Navidad nos lo recuerda año tras año: Dios te sigue
amando en Jesús.
·
Un Dios que solamente ama: Herederos de una
espiritualidad de la que nos cuesta desembarazarnos, tenemos dificultad para
llegar a vivir la certeza de un Dios que es solamente amor. Pensamos que hay
que rescatar su honor creyéndole el superjuez que juzga. El misterio de un Dios
que ha elegido querernos en Jesús casa solamente con un Dios que es solamente
amor en cualquiera de sus formas. Y por ello, situarse en la perspectiva del
amor es la única manera de llegar a entenderlo.
·
Un Dios que ama en Jesús
nuestra azarosa historia: Porque es cierto que nuestra historia (social, comunitaria y personal)
discurre muchas veces por caminos equívocos y hasta alejados del evangelio y
desconocedores de la humanidad. Pero Dios anda nuestros caminos, ellos son los
suyos. Él abandona su camino para hacer del nuestro el suyo. Así orábamos con
aquella plegaria de Agrelo algo corregida: “Si creo
en ti, te veré en mi camino. Tú te harás camino para mí. Y tú vendrás a donde
vaya para que yo acabe yendo a ti”.
·
Huellas del Dios que ama en
Jesús: Es
preciso desvelar las huellas del Dios que ama en Jesús. Están en la
conversación amigable, en el llegar a acuerdos, en construir la inclusión, en
hacer asequible la cultura. Están en el lenguaje de la cercanía, de la amabilidad,
de la sonrisa, de la moderación, de la paciencia. Todos estos valores que
consideramos simplemente humanos son las huellas del amor del Padre en Jesús.
4. Elegir amar
Es una tarea que es preciso hacer de por vida porque el amor, en
cualquiera de sus manifestaciones, se construye día a día.
·
Elegir amar la sociedad: La ciudad en la que vivimos,
el país del que hacemos parte. Es la fraternidad social de la que habla FT. Es
el “amor político”, una forma eximia de amar según Juan Pablo II. Vivir en
rechazo con la sociedad es imposibilitarse para entender la encarnación. Puede
y debe ser, en ocasiones, un amor crítico. Pero, al fin y al cabo, ha de ser
amor. Hay que escuchar los latidos profundos del anhelo de justicia (como se ha
visto en el campeonato mundial de futbol) y el sueño de un estilo de vida
humana más solidario, por muy lejos que estemos del ideal. Elegir amar la sociedad
no puede ser un horizonte que no nos incumba.
·
Elegir amar la Iglesia: Aunque también haya que
hacerlo con sentido crítico. Elegir amar las diversas experiencias de vida
cristiana que, aunque sea en distinto barco, van al mismo puerto. Elegir amar
con dolor el cuerpo herido de la Iglesia (abusos, inmatriculaciones) que es
cuerpo herido de todos. Elegir amar la Iglesia de los que resisten, de quienes
profetizan, de toda persona creyente que sigue viviendo la fe en maneras alternativas,
marginales incluso. Elegir amar la Iglesia de los sencillos, de los cansados,
de los crédulos incluso, aunque no se dé cancha a su credulidad.
·
Elegir amar la comunidad: En todos sus miembros, en
los brillantes y en los opacos, en los que son un respiro y en los que abruman,
en los que colaboran y en quien va desganado. Elegir amar a los hermanos/as
cada día para que no se nos muera esta planta hermosa y delicada del vivir
juntos. Elegir amar la comunidad en esta hora de reducción y pobreza, amarla
aún más si cabe porque su debilidad es más clara.
·
Elegir amar a los frágiles: A los más humildes, a
quienes tienen fuertes dificultades económicas, a los más desgastados por la
enfermedad o la soledad, a quien tiene poca influencia. Desvelar sus valores
escondidos, intuir sus pequeños gozos que también los tienen, sumarse a sus
causas o, al menos, mirarlas con cierta simpatía. Que no se nos haga tan lejano
ese mundo porque es el lugar privilegiado de la encarnación. Elegir con paz,
pero con interés.
5. Itinerario de Navidad
Para celebrar y vivir el amor que elige se podría construir un sencillo
cartel con cuatro fotos: una de la ciudad, otra de algo religioso, otra de la
comunidad, y otra de las pobrezas. Todo bajo el epígrafe: EN NAVIDAD CELEBRAMOS Y VIVIMOS EL AMOR QUE ELIGE QUERERNOS.
Ponerlo en un lugar visible de la casa o en la capilla con una especie de
calendario:
25-28 diciembre: Elegimos querer a la ciudad
29-31 diciembre: Elegimos querer a la Iglesia
1-4 enero: Elegimos querer a la comunidad
5-8 enero: Elegimos querer a los frágiles.
Conclusión
Quedémonos con lo principal: la Navidad es el misterio del Dios que
elige querernos en Jesús. Y, desde ahí, el camino a seguir es elegir querer a
cuando conviven con nosotros. Una fe que elige querer, esa es la fe de calidad
apta para vivir la Navidad con alma. Que pueda ser así.
Fidel Aizpurua Donazar