de San MARCOS 1, 7 11
En aquel tiempo, proclamaba Juan: «Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo». Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán. Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma. Se oyó una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto».
¡Nada, que casi sin darnos cuenta, el niño Jesús nos ha crecido!. Y de que manera. Dispuesto a todo lo que le echen, porque tiene el respaldo nada menos que del Padre y del Espíritu. Pues uniéndonos a él, tampoco nos va a faltar a nosotros. Merece la pena por lo tanto mojarse con él en las nuevas aguas. Reconocer que en su humilde humanidad está la totalidad del Espíritu y en él se nos muestra a todos. ¡Creamos en este Jesús, el predilecto de Dios!
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