En aquellos días Amalec vino a Rafidín y atacó a los israelitas. Moisés dijo a Josué: «Escoge hombres y sal a luchar contra Amalec. Yo estaré en la cima de la colina teniendo en la mano el bastón de Dios». Josué hizo como le había ordenado Moisés, y luchó contra Amalec. Moisés, Aarón y Jur subieron a la cima de la colina. Cuando Moisés tenía sus brazos alzados vencía Israel, y cuando los bajaba vencía Amalec. Como se le cansaban los brazos a Moisés, tomaron una piedra y se la pusieron debajo. Él se sentó encima, y Aarón y Jur le sostenían los brazos, uno a cada lado. De este modo los brazos de Moisés se sostuvieron en alto hasta la puesta del sol. Josué derrotó a Amalec y a su ejército a filo de espada.
SALMO RESPONSORIAL (Ps 121)
Alzo mis ojos a los montes:
¿de dónde me vendrá mi auxilio?
El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
Él no permitirá que tropiece tu pie,
ni que se duerma tu guardián;
no, no duerme ni dormita
el guardián de Israel.
El Señor es tu guardián, el Señor es tu sombra,
él está a tu derecha.
El sol no te molestará de día,
ni la luna de noche.
El Señor te guardará de todo mal,
él guardará tu vida;
guardará tu partida y tu regreso,
desde ahora y por siempre.
Lectura de la segunda carta del Apóstol San Pablo a Timoteo.
Querido hermano: permanece fiel en lo que has aprendido y de lo que estás
convencido. Conoces bien a tus maestros. Desde la infancia conoces las Sagradas Escrituras, las cuales pueden darte la sabiduría que conduce a la salvación por la fe en Jesucristo. Pues toda la Escritura divinamente inspirada es útil para enseñar, para reprender, para corregir, para educar en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, dispuesto a hacer siempre el bien. Yo te conjuro ante Dios y ante Jesucristo, que ha de venir como rey a juzgar a los vivos y a los muertos: predica la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, corrige, exhorta con toda paciencia y con preparación doctrinal.
Lectura del santo Evangelio según San Lucas. (Lc 18,1-8)
En aquel tiempo Jesús les dijo esta parábola sobre la necesidad de orar siempre sin desfallecer jamás: «Había en una ciudad un juez que no temía a Dios ni respetaba a los hombres. Una viuda, también de aquella ciudad, iba a decirle: Hazme justicia contra
mi enemigo. Durante algún tiempo no quiso; pero luego pensó: Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, le voy a hacer justicia para que esta viuda me deje en paz y no me moleste más». Y el Señor dijo: «Considerad lo que dice el juez injusto. ¿Y no hará Dios justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche? ¿Les va a hacer esperar? Yo os digo que les hará justicia prontamente. Pero el hijo del hombre, cuando venga, ¿encontrará fe en la tierra?».
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