1
Vivir la sencillez es no necesitar muchas cosas para ser feliz, no cayendo en el consumismo ni en las modas que nos obligan a comprar lo nuevo, lo último
1. Perspectiva bíblica
Le dijo uno de la multitud: —Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia. Y él le dijo: —Hombre, ¿quién me ha puesto como juez o repartidor sobre vosotros? Y les dijo: —Mirad, guardaos de toda codicia, porque la vida de uno no consiste en la abundancia de los bienes que posee. Entonces les refirió una parábola, diciendo: —Las tierras de un hombre rico habían producido mucho. Y él razonaba dentro de sí, diciendo: “¿Qué haré? Porque ya no tengo dónde juntar mis productos.” Entonces dijo: “¡Esto haré! Derribaré mis graneros y edificaré otros más grandes. Allí juntaré todo mi grano y mis bienes, y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes almacenados para muchos años. Descansa, come, bebe, alégrate.” Pero Dios le dijo: “¡Necio! Esta noche vienen a pedir tu alma; y lo que has provisto, ¿para quién será?” Así es el que hace tesoro para sí y no es rico para con Dios (Lucas 12,13-21).
Repartir herencias siempre ha sido un lío. El derecho romano decía que había que repartir si lo solicitaban ambas partes; el derecho judío bastaba con que lo solicitase uno solo. Ahí subyace la codicia: que se me dé lo mío, aunque el otro no quiera (y en el fondo: que se me dé lo mío y lo del otro). La codicia está detrás del ansia de tener.
El Evangelio viene a decir que el almacenamiento es insensato porque la vida depende de un hilo. Pero, además de insensato, es injusto, porque si tú almacenas es casi siempre a costa de otros, de coger a otros sus bienes y llevarlos a tu lado.
La fórmula correcta habría sido des-almacenar, poner los bienes al servicio de todos. Eso habría sido obrar sensatamente.
2. Perspectiva ética
El almacenamiento de bienes que es una vida contraria a la sencillez tiene consecuencias en otras partes del planeta, en otras personas. Se almacena a costa siempre de alguien. Mi manera de consumir, de gastar, de ahorrar no es inofensiva. Tiene consecuencias para otros.
Más aún, el almacenamiento, lo contrario a la sencillez, entra en el terreno de la injusticia: almacenar, tener muchas cosas innecesarias, aunque me las pague con mi dinero, es un terreno próximo a la injusticia o claramente injusto. No es que debamos ser sencillos porque debamos ser austeros, sino porque si no lo somos caemos en injusticia. Este es el gran argumento.
No podremos enseñar a la gente joven la sencillez si no la hacemos sensible a la realidad de la justicia, a la evidencia de que yo no puedo hacer con lo mío lo que quiera a espaldas de las situaciones de los pobres.
3. Perspectiva práctica
Hay que controlar las “muchas cosas” que vamos acumulando y que nos son innecesarias. Hay que controlar ese mecanismo, falso, que nos dice que tener mucho nos va a traer mucha felicidad.
Tenemos que consumir, porque es necesario para vivir. Pero hagámoslo con sensatez, con sentido de la justicia y mezclándolo a una actitud solidaria. Un consumo desenfrenado es absurdo y, además, no termina de dejarnos contentos en el fondo.
Hemos de ser fuertes ante las modas que son, muchas veces, insensatas porque están manipuladas por quienes quieren enriquecerse a nuestra costa. No creamos que somos “más” por seguir una moda. Somos más si el corazón es más humano, más solidario.
Todos somos conscientes de lo absurdo que suele ser muchas veces “lo último” que nos quieren vender. Deja de serlo dos meses después y ya hay otra cosa que es lo último. Que el criterio de adquisición sea nuestra verdadera necesidad y que tengamos en cuenta la situación de quienes no acceden
No hay comentarios:
Publicar un comentario