6
Vivir la sencillez es poner tu confianza y seguridad no en el dinero o posesiones, sino en tus bienes espirituales, en tus convicciones, en tu Fe, en tus capacidades, en tu fuerza interior y en la de aquellos que te aman y aprecian
1. Perspectiva bíblica
Una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, y que había sufrido mucho con muchos médicos y había gastado todos sus bienes sin provecho alguno, antes bien, yendo a peor, habiendo oído lo que se decía de Jesús, se acercó por detrás entre la gente y tocó su manto. Pues decía: «Si logro tocar aunque sólo sea sus vestidos, me salvaré». Inmediatamente se le secó la fuente de sangre y sintió en su cuerpo que quedaba sana del mal. Al instante, Jesús, dándose cuenta de la fuerza que había salido de Él, se volvió entre la gente y decía: «¿Quién me ha tocado los vestidos?» Sus discípulos le contestaron: «Estás viendo que la gente te oprime y preguntas: "¿Quién me ha tocado?"» Pero Él miraba a su alrededor para descubrir a la que lo había hecho. Entonces, la mujer, viendo lo que le había sucedido, se acercó atemorizada y temblorosa, se postró ante Él y le contó toda la verdad. Él le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad» (Mc 5,21-43).
Para el Evangelio de Marcos el verbo “tocar” tiene mucha importancia: Jesús toca enfermos, sordos, muertos, leprosos, etc. y también le tocan a él, como esta mujer. Sin tocar, sin implicación, sin “pringarse” no puede haber solidaridad.
Dice el texto que de Jesús sale “una fuerza” que cura a la mujer. Su fuerza era la fuente de su fe, la certeza de que el padre quería lo mejor para los humanos y que siempre los acompañaba, la seguridad de que toda persona, aunque sea una enferma, es valiosa. Esa es la fuerza que sale de él. Eso es lo más valioso de la realidad de Jesús.
Aquella mujer que era “impura” por sus flujos inagotables, llega a ser “hija”, como cualquiera de los hijos de Abrahán. La impureza no es obstáculo para que sea hija. La fuerza de Jesús reinserta socialmente, no solamente cura.
2. Perspectiva ética
Una sociedad espiritual es mejor que una sociedad que no cultiva la espiritualidad. La fuerza para tomar decisiones sociales solidarias radica, a veces, en esa espiritualidad. Cuando la espiritualidad social se oscurece, la posibilidad de tomar decisiones a favor de los débiles disminuye.
La persona es más que lo que aparece, tiene, como los árboles, unas raíces. En esas raíces anidan las convicciones, lo valores solidarios, las emociones, la fe. No menospreciemos las raíces porque no se vean. Son decisivas para la vida de las personas y de la sociedad..
Los dinamismos, las fuerzas interiores, han sido poco trabajados en la espiritualidad heredada: las pasiones, las preguntas, las búsquedas, los anhelos, los sueños, las utopías. Todo eso son los dinamismos interiores. Aunque no lo creamos, nos movemos más por ellos que por las ideas.
3. Perspectiva práctica
Hay bienes espirituales. No solamente el dinero es un “bien”. Cultiva tus bienes espirituales: el silencio, la oración, la amistad, la belleza, la lectura, el descanso. Son muy necesarios para saber vivir con sencillez que disfruta.
Hay que cuidar las convicciones y creencias, sabiendo que las convicciones y creencias de los demás, aunque sean distintas también son valiosas. Hay que creer que en tu ciudad, en tu pueblo, sumar convicciones y creencias no es debilitar unas y otras sino que ambas salen reforzadas. Por eso, hay que hacer un sitio en la mesa de la ciudadanía a quien tiene convicciones distintas. Todos saldremos ganando.
Cultiva la fe, aliméntala, actualízala para que de verdad sea fuente de gozo interior. Una fe rutinaria difícilmente lo será.
Tenemos que apoyarnos también en la fuerza que hay en los demás. Hasta los débiles tienen alguna cosa “fuerte” en la que uno puede apoyarse. Hemos de tener la sencillez de confiar en los débiles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario